Orienta a Ascues para una salida más clara y calmada, le explica a Barreto que el pase debe ser más rápido y amonesta con la mirada a Vélez porque no entiende el pase al espacio y pica tarde. Es un delantero de trayectoria pero si fuese un libro sería un manual de juego.
A los 40 años, Paolo Guerrero padece el rigor físico de debutar en el fútbol peruano sin pretemporada y el riesgo de disputar un partido casi completo después de 76 días sin jugar en un duelo oficial. A esto se suma el estrés natural que le genera la precariedad con la que defiende su equipo y la discreta habilidad para asociarse y generar opciones ofensivas. Se corre más que la pelota y el agobio por la escasez de aire en el cerebro lo nubla todo, en especial la eficiencia del primer y último pase. Su posición es de 9 pero debe retroceder a intentar darle lucidez a su mediocampo.
Guerrero ha perdido potencia, habilidad y resistencia, pero su jerarquía la mantiene intacta. Por ello se le hace sencillo ubicarse de manera idónea en el campo (en especial en el área) y apenas a los dos minutos se encuentra una pelota para, frente a una marca nula o insuficiente, definir con simpleza para anotar su primer gol en el fútbol peruano. Su celebración solemne denota algo de arrogancia al saberse muy bien la estrella absoluta del partido y mientras corre y festeja con el abrazo a sus compañeros, no hay nada ni nadie que lo opaque. Se lo ha ganado.
Su destreza para el salto, el cabeceo y el arropar a la pelota lo vuelve un jugador distinto, pero también un imán para las patadas. No hay decoro ni culpa cuando es necesario pegarle abajo y acabar con el peligro poeta. Cusco lo entiende así sin sonrojarse.
Producto de tanta intensidad y tan poca calidad a lo largo del partido, Paolo Guerrero cae sentido y a los 88 minutos sale del campo en una escena poco privilegiada por el aplauso y más concentrada en la polémica que parecen protagonizar un recogebolas, el arquero rival y el mismo Paolo, teniendo al árbitro enseñando una tarjeta sin saber bien para quién.
Luego viene el show frente al micrófono. Paolo Guerrero protesta por el arbitraje de Boris Santos, el mismo que le perdonó la tarjeta roja por una agresión directa al defensa Jonathan Bilbao. Reclama también por el estado del campo del Mansiche y luego reniega porque Cusco FC, a su entender, no ayudó a la fluidez del partido con tantas faltas premeditadas que terminaron por ensuciar el partido. Se queja y pide la intervención de la Federación Peruana de Fútbol para que tome cartas en el asunto. Todo cierto pero algo excesivo.
En su debut en el fútbol peruano, Paolo Guerrero anotó a los dos minutos de juego y debió irse expulsado por roja directa a los doce minutos de juego. Pero como es el fútbol peruano, terminó jugando 90 minutos. Digamos que a los 90 acabó el partido o el interés por el que ha de ser el partido de César Vallejo con mayor sintonía. A los 90, por Paolo, ingresó Cristian Benavente.
Cambio que en un mundo paralelo debió darse en una Copa del Mundo. No recién en la Liga 1 Te Apuesto.
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