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Renato Salazar, asesor de nutrición y entrenamiento, trabaja con futbolistas profesionales peruanos y sintetiza el impacto nutricional en tres pilares fundamentales. El primero: la regulación de la inflamación, ese enemigo invisible que determina cuánto volumen de entrenamiento puede tolerar un cuerpo y qué tan rápido se repara de un día a otro. El segundo: la maximización de capacidades físicas que el entrenamiento busca desarrollar. Y el tercero, quizás el más valorado en la actualidad: la prevención de lesiones y el alargamiento de la carrera deportiva.
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“La biología no transcurre de la misma forma para todos”, explica. Cristiano Ronaldo, con 40 años en el calendario, aún no llega a los 30 en edad biológica. Y en el fútbol peruano esto se repite: Jhonny Vidales, figura de la Liga 1, tiene seis años menos. No es magia: es el resultado de años de cuidado metódico.
El caso peruano
La historia se repite: Jefferson Farfán, Juan Manuel Vargas, Jordy Reyna, entre otros, llegaron al extranjero con déficits evidentes en cuanto a preparación física.
El problema no siempre es falta de voluntad. Es sistémico. “Nadie nace sabiendo. Los futbolistas dedican tanto tiempo al entrenamiento per se que inevitablemente se alejan de la nutrición, que un campo relativamente nuevo en el país”, explica.
“Cuando llegan a Europa, la gran mayoría de veces no cumple con los estándares que se esperaban. Internacionalmente aún no se valora al jugador como debería. Nos falta mucho todavía a nivel formativo”.
Aquí surge la paradoja peruana: somos campeones mundiales en gastronomía, pero eso mismo nos condena en el deporte de alto rendimiento. “El peruano vive para comer. Tenemos una relación muy emocional y culturalmente muy arraigada con nuestra comida. Pero la gastronomía es arte, busca el placer; el deportista, en cambio, debe nutrirse por requerimientos. El futbolista peruano vive para comer, no comemos para rendir”, indica el especialista a este Diario.

Las proporciones de los platos típicos peruanos van en dirección contraria a lo que necesita un atleta de élite.
Sin embargo, hay un lado luminoso en esta ecuación. Costa, sierra y selva ofrecen acceso privilegiado a superalimentos y productos frescos. El problema es la falta de valoración: no sabemos el tesoro que tenemos en las manos.
La nueva conciencia
Algo está cambiando. Las nuevas generaciones, criadas viendo el día a día de sus ídolos en redes, comienzan a despertar. Los clubes peruanos también están evolucionando. La mayoría de equipos de Primera cuentan con nutricionistas. Cubren el desayuno, el almuerzo post-entrenamiento, la suplementación, métricas y monitoreo. Pero ahí termina el alcance institucional.
“Mi trabajo es complementar lo que hacen los clubes”, explica Renato. “Yo entro cuando los jugadores se van a sus casas: qué comen en las tardes, cómo manejan un segundo turno de entrenamiento, a qué hora cenan, sus hábitos de sueño. Busco encontrar oportunidades de mejora”. Es ahí, en las decisiones diarias lejos del club, donde se forjan o se destruyen las carreras.
El punto de quiebre
Las consecuencias de una vida de descuidos nutricionales se hacen evidentes cerca de los 30 años. “Jugadores que no se cuidaron llegan descuidados a esa edad, y cuando quieren reformular en modo de alarmismo para estirar la carrera, ya es muy tarde”, advierte.
En contraste, quienes sí invirtieron en su cuerpo llegan vigentes. Paolo Guerrero y Hernán Barcos, ambos cercanos a los 42 años, son la prueba viviente en Alianza Lima: chocan, dividen, corren y anotan como si el tiempo no pasara.
El alcohol, el vapeo, las desveladas —vicios comunes en jugadores jóvenes— “tiran abajo prácticamente el trabajo de toda la semana”. Para Renato Salazar, la vida nocturna no tiene cabida en el deporte de alto rendimiento, salvo ocasiones muy puntuales.
Piero Cari: un talento por pulir
Piero Cari, que recientemente comenzó a trabajar con Renato, encarna perfectamente el desafío del futbolista peruano. “Es un talento en bruto que como peruanos tenemos que explotar”, afirma su preparador.
El objetivo con la promesa de Alianza es “mejorar su composición corporal (ratios de masa grasa a masa muscular) y maximizar las ganancias musculares”. Para esto se ha pensado un plan nutricional con preparación física, “específicamente entrenamiento de fuerza, con resistencias”.
Proveniente de Tacna, Cari carga con conceptos que reformular como la mayoría de talentos de su edad.
“Tiene un perfil muy interesante: tiene buena talla, buen porte, y a sus 18 años no ha llegado la madurez muscular. Todavía hay bastante madera por talar y encontré muy buena disposición por su parte. Sabe que hay mucha expectativa por él. El aspecto psicológico es vital”, advierte el nutricionista. “Todo es bonito cuando las cosas van bien, pero si pierdes de vista lo importante, todos los elogios se irán para otro lado”, remarca.
Renato no es extremista. Reconoce el componente emocional de la comida, especialmente en Sudamérica donde “culturalmente somos personas más cálidas”. Una golosina con vínculo afectivo, el plato favorito preparado por la abuela, tienen su lugar —con mesura— en la vida de un deportista que, al final, sigue siendo humano.
Pero hay una línea clara: entre ceder ocasionalmente al placer y sabotear sistemáticamente una carrera. Piero Cari, como muchos talentos peruanos antes que él, está en esa encrucijada. La diferencia es que ahora tiene el mapa. Falta ver si tendrá la disciplina para seguirlo en un país donde el talento nunca ha faltado, pero la preparación siempre ha llegado tarde.
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