Este año, la U tiene la enorme posibilidad de convertirse en tricampeón del fútbol peruano. Sus opciones están intactas. Pero ese título, de alcanzarse, solo se disfrutará a plenitud si en el camino el equipo de Jorge Fossati derrota convincentemente al Alianza Lima de Gorosito.
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Ambos clubes –lo dicen los analistas– atraviesan el mejor nivel futbolístico de las últimas tres décadas, pero de los dos es Alianza el que, hoy por hoy, da más espectáculo. Tener juego más vistoso no quiere decir que su rendimiento sea superior: la U es más sólida, más regular, más eficaz, sufre menos altibajos, es casi imbatible de local. Pero hay que admitir que Alianza viene ofreciendo momentos, pasajes, raptos más inspirados. Quizá no brilla tanto en el torneo local, pero sin duda lo hace en la competencia internacional. Y lo hace jugando de visita. A su ya histórico triunfo sobre Boca en la Bombonera en febrero, y al partido memorable de abril con Sao Paulo en el Morumbí, añadió hace unos días la clasificación a los octavos de final de la Sudamericana dejando atrás al Gremio en su cancha de Porto Alegre. Esa secuencia es casualidad.
La U tiene otros méritos, por cierto, y se mantiene en carrera en el torneo más competitivo de la región, la Libertadores. Asumo que en el cálculo de los hinchas figura una eventual eliminación ante el poderoso Palmeiras, pero ahí lo importante será la entrega y compromiso más allá del resultado. Tumbarse al gigante sería maravilloso, pero perder dejándole un ojo morado tampoco estaría mal.
En la Liga 1, en cambio, los hinchas no podemos hacer concesiones, porque tenemos plantel, comando técnico e hinchada suficientes para ganar el Clausura. El torneo será ajustado, será reñido, no le faltarán polémicas ni drama, pero la U es el favorito y en su calidad de bicampeón está obligado a ser más ambicioso que el resto. Eso sí, para legitimar ese favoritismo tiene que ganarle al Alianza de Gorosito, al mejor Alianza en muchos años, si no en Matute, sí en el Monumental el domingo 24 de agosto.
Ese es el partido más esperado por ellos y por nosotros. Y no valdrá esgrimir excusas de ningún tipo para justificar una caída. Hoy Alianza es el bailarín quimboso que concentra las miradas en la pista de baile, pero ha llegado la hora de bajarle el volumen, cambiarle de canción, invitarlo a sentarse y recordarle que no es el dueño de la fiesta.
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