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Tuvo la fortuna de estar en los vestuarios mundialistas de la selección peruana. Ya sea como jefe de equipo, hincha fiel o amigo de los protagonistas, Jorge ‘Chupo’ Arriola convivió con la blanquirroja y atesora momentos de las copas del mundo de México 70, Argentina 78 y España 82 que deberían estar ya en un libro.
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—Ha seguido de cerca a la selección por 72 años, ¿qué tan conectado está con el país? ¿El fútbol une?
Hay una relación cercana entre el Perú y la selección, y eso está muy presente en los aficionados al fútbol, a la camiseta roja y blanca. Nuestro país se une mucho más con los éxitos en el fútbol, por eso mi deseo siempre es un progreso en nuestro deporte para tener un país más feliz.

—¿Cuál es el primer partido que vio de la selección peruana?
He asistido al estadio Nacional desde que era el estadio antiguo, que se cerró en 1951. Se reabre en el 52 y al año siguiente se iba a realizar el Campeonato Sudamericano de Fútbol en Paraguay, pero dicho país no tenía instalaciones para organizar el torneo y la sede pasó a Perú. En esos años, el Campeonato Sudamericano se jugaba en un solo estadio y así fue, se jugó todo en el estadio Nacional.
—¿Cuál fue la primera camiseta de la selección que consiguió?
Una de las primeras que tuve fue la del 70, que está firmada por 15 jugadores de la selección. Es una prenda valiosísima por lo sentimental y el orgullo que representa.
—¿Cómo se hizo coleccionista? ¿Cómo nació esa pasión?
Yo soy coleccionista desde niño. Tuve la oportunidad de estar siempre en el fútbol, de tener tantos amigos. También trabajé en la Federación Peruana de Fútbol, por lo que estuve más cerca. Siempre tuve esa inquietud de juntar y guardar, ya sean camisetas u otros souvenirs.
—¿Compró alguna de las más de 200 camisetas que tiene?
No, nunca he comprado. Estas son camisetas sudadas, eso le da más valor, más historia. Tengo camisetas históricas como la de Pelé en el Santos o la de Maradona en Barcelona.
—¿Cómo hace para conservar tan bien cada prenda u objeto?
El mayor valor que tiene mi colección es el haber guardado y conservado las cosas por más de 50 años. Siempre estoy muy pendiente de cada prenda porque no solo es tener una camiseta en físico, es la historia que hay detrás. Son únicas. Terminan siendo, en muchos casos, patrimonio del país. La camiseta de los olímpicos del 36 tiene el mismo valor que el uniforme de un militar de la Guerra del Pacífico
—Dentro de su colección hay una que más resalta: la camiseta de la selección peruana de 1936, hace 91 años. ¿Cómo la consiguió?
Por amistad, que es muy valioso. De niño tenía simpatía por la selección olímpica del 36 porque mi padre era amigo de ellos. Nací en 1940, cuatro años después. Entonces procuré hacerme amigo de los deportistas históricos del Callao, ciudad donde trabajaba. Ellos me visitaban en mi trabajo casi todos los días, me saludaban, conversábamos. Hacía reuniones de camaradería a la que asistían grandes personajes como el gran Óscar Avilés, muy amigo de los futbolistas del 36 de Sport Boys. Y en algún momento, Jorge Alcalde, que estuvo en los Juegos Olímpicos de Berlín, me entregó la camiseta. “Sé que está en buenas manos”, me dijo. Así he ido consiguiendo cosas que son tan valiosas, pero lo que más me llena de orgullo es que han confiado en mí.
—Otra de las cosas valiosas que tiene es la pelota con la que Cachito Ramírez anotó dos goles en la Bombonera para que Perú clasificara al Mundial de 1970 y dejara afuera a Argentina…
Fue el 31 de agosto de 1969, lo recuerdo perfectamente. Trabajábamos en la Backus. Un día llegó a mi oficina y me dijo: “Jorge, no encuentro mejores manos que pueda tener esto que significa tanto para mi”. Y me dio la pelota con dedicatoria incluida.
—¿Cómo consiguió la camiseta de Teófilo Cubillas que tiene enmarcada?
También por amistad. Soy muy amigo de Teófilo, algo que se acrecentó después del Mundial de España 82, ya que en ese entonces trabajaba en la Federación Peruana de Fútbol. Después del torneo empezamos a jugar en “La Peña de los jueves”. Tengo la fortuna de haber jugado con él más de mil veces, por decir poco. Teníamos amistad, confianza, sinceridad. Un día le dije que tenía camisetas suyas, como una de Alianza Lima, pero no con la selección. Y me respondió: “En mi casa tengo una sola camiseta, no he conservado otras, no las sé guardar. Pero tengo una y mañana te la entrego”. Y así lo hizo. Esa camiseta es única porque fue del año en que por primera vez ingresó Adidas a la selección.
—¿Cuál es el obsequio más preciado que tiene?
Tengo un carnet de la selección peruana del Campeonato Sudamericano de 1927. Tiene 98 años y está intacto. Lo tengo guardado como un tesoro, siendo consciente de lo valioso que es. Después, la camiseta del 50. También tengo algo de un personaje inmenso, un ídolo del fútbol peruano: Lolo Fernández. Tuve la suerte de organizarle un homenaje que fue un éxito y como consecuencia de ello, un día en su casa, me obsequió su redecilla, un símbolo para él.

—¿Recuerda el día en que Lolo le obsequió su famosa redecilla?
Claro. Estuvimos en la sala de su casa en una reunión. Él apareció con su redecilla puesta. Yo me quedé asombrado cuando lo vi. Se la sacó y me la dio. Esa redecilla estaba tejida por su mamá y él la conservaba muy bien, pero me la obsequió. Recuerdo que los que estaban a mi costado, familiares suyos, daban opiniones, debatían por lo que había hecho, pero yo ya la había guardado. Me aseguré bien, ja ja ja.
—¿Cuál fue su primer viaje por la selección peruana?
Fue en 1969 a La Paz, Bolivia, en el partido recordado por la pésima actuación del árbitro Sergio Chechelev en contra de nuestra selección. Después estuve en la Bombonera, el 31 de agosto de ese año, cuando clasificamos a México 70. Fui al Mundial y estuve en los cuatro partidos de Perú. Luego he viajado por muchos países por ver a mi selección.
—Son más de 50 años viajando por la selección peruana. ¿Qué significa eso para usted? ¿Siente que representa al país?
Yo siento que es una enorme responsabilidad, un gran compromiso que asumí. Siempre procuré ser una persona brindada a mi selección, alguien que no fuese motivo de ninguna crítica. Y estuve feliz y orgulloso de representar a mi país estando en la Federación Peruana de Fútbol por doce años. Nunca exigí ni pedí nada. Me sentía beneficiado de poder servir a la selección de mi país.
—¿Es también una responsabilidad conservar tantas camisetas de la selección peruana?
Sí. Por un lado siento alegría por lo que pude conseguir y ahora conservo muy bien todo con el apoyo de mi hijo Jorge. Pero por otro lado, tengo frustración de que nadie se haya interesado en algún momento por el valor de las prendas que tengo. La han valorizado mucho más los visitantes extranjeros, quienes se han quedado sorprendidos y admirados.

—¿Cómo en su día a día y qué hace para conservar tan bien cada obsequio?
Me levanto todos los días a las seis de la mañana y salgo a entrenar. Me voy a la Videna a entrenar atletismo. Cuando regreso a casa me entretengo aquí, en mi mundo, porque cada cosa tiene su historia. También suelo recordar esos pasajes de mi vida, cómo las obtuve. Luego las reviso, las coloco en su sitio. No uso ninguna prenda que está aquí. Son muy valiosas para mí.
—¿Y cómo es el cuidado que tiene con las camisetas más antiguas, como la de 1936 o 1939?
Las prendas más delicadas requieren un tratamiento especial, por lo que llegan a manos de una restauradora. Ella se encarga de dejar todo intacto, incluso nos ha pedido que no la saque mucho de la caja en la que está porque Lima es una ciudad muy húmeda y se puede infectar con ácaros y demás cosas. Son camisetas que tienen más de 80 años, hay que ser muy detallistas con todo.
—¿Cuánto es lo máximo que le han ofrecido por alguna prenda?
Nunca escuché una oferta porque siempre dejé en claro que no venderé nada. No gasté un solo centavo en conseguirla porque fueron obsequios muy valiosos y tampoco la venderé. Ni siquiera lo he insinuado. Cuando vienen es solamente a ver las camisetas, no tocan el tema de querer llevárselas.

—¿Y ha pensado en algún momento en hacer un museo?
Todos los que conocen de mi afición, mi entrega al deporte y mi colección me preguntan por qué no hago un libro o por qué no construyo un museo. ¡Claro que desearía hacerlo! Pero no tengo los recursos. No es que haya perdido mis comodidades, pero están al servicio de las cosas que puedo mostrar.
—¿La Federación Peruana de Fútbol nunca se interesó en abrir un museo con las reliquias que tiene de la selección o algún club?
Nadie, nunca. Esa es la realidad.
—¿Qué pasará, entonces, con las camisetas más adelante?
Lo primero es que soy consciente de que soy una persona mayor y no puedo hacer planes a futuro. Pero tengo una sucesión familiar. Yo no me voy a llevar nada. Está mi hijo Jorge, quien me acompaña desde muy niño a muchas actividades especiales. Yo iba a visitar a Lolo Fernández con él. Entonces se acuerda perfectamente de todo. Él ha salido de mascota con la selección peruana, en partidos de Copa Libertadores. Sabe cómo es el ambiente del fútbol. Entonces es más fácil que pueda comprender lo que significa todo lo que tenemos, todo lo que hemos logrado.
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