Es común escuchar al hincha peruano usar el diminutivo en símbolo de cariño. Están, por ejemplo, los casos de Christian Cueva (’Cuevita’), Andy Polo (’Polito’) y Edison Flores (’Orejitas’). Tres de una lista interminable de la que ni siquiera se salvó Jeffersón Farfán (’Foquita’). Esa muestra de cariño muchas veces se confunde, aún más en un fútbol actual en el que adolescentes que aún no han pasado la mayoría de edad son vendidos a clubes europeos por millones de dólares. Entonces, ¿actúamos mal al nombrar así a nuestros jugadores?
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Primero hay que tratarnos de ubicarnos dentro de un contexto, de lo que es habitualmente el comportamiento del hombre peruano. Según el psicólogo deportivo Julio Peche, “se entiende o se acostumbra a decir a un deportista que de repente es pequeño en tamaño delgado o que tiene alguna otra característica de la parte somática, se le trata como un niño o joven, a pesar de que pueda tener una edad mayor”, revela el especialista.
¿Pero a qué se debe esa denominación? Para Julio Peche, esto puede darse como una especie de cariño y la otra razón es como que no crece la persona. “Lo que si es importante darnos cuenta, cómo el jugador, como ser humano, recibe los mensajes en diminutivo. Hay personas que son deportistas, a pesar de que sean pequeñas, por dentro sacan su garra y piden que no se le trate de esa manera. Además, cuando esa persona tenga que asumir responsabilidades, al vérsela como niño, entonces no se le exige que asuma responsabilidades y esto ocurre porque no sabemos manejar las relaciones interpersonales en el ambiente futbolístico”, agregó.
Peche nos recrea una situación de un mal manejo de las relaciones interpersonales. “En la última conferencia de prensa de Jorge Fossati, un periodista de un canal le dice a Jorge, y eso me sorprende que un comunicador le diga al profesor por su nombre, porque entendemos que en las relaciones humanas tiene que haber un respeto, no solamente porque la otra persona es mayor de edad, sino por el cargo que tiene la otra persona, al tratarlo por su nombre se le está tratando igual que uno”. Este ejemplo es cuando se trata con diminutivo, ya que se cree que la persona que está usando los diminutivos tiene la potestad de meterse en la vida de la otra persona, porque es incapaz que la otra persona le pueda responder.
Entonces, de esta manera vamos comprendiendo por qué ocurre esto, ya que se origina por la educación que tenemos nosotros, esa relación que puede ser padre e hijo u amigo o amigo, siempre trae consigo el diminutivo como “Polito, Cuevita”, pero el tono con que se le da, es lo que va a tener sentido de lo que se busca con la otra persona al utilizar estos términos. “Si se le dice Pierito, se le está dando esa connotación que nunca puede crecer y se le está justificando todas las cosas que pueda hacer dentro del campo de juego, por decir, si no marca porque es frágil, si no corre porque es pequeño, pero son connotaciones de mensajes subliminales”.
Es así que vamos viendo que como las categorías de usar diminutivos, no solamente en el ambiente deportivo o relaciones humanas entre dos o más personas, siempre connota. Imaginamos que un padre a su hijo de 30 años le dice Jorgito, lo hace sentir menos en relación a la edad que tiene más aún frente a las personas que lo puede ver, ya que para su papá es un niño que es incapaz de tomar decisiones personales. “Todo esto ocurre igualito en el fútbol, no solo con los diminutivos sino con los apelativos como “El Puma”, “El Tigre”, “El Diablo”, pero todo se da en relación a como nosotros establecemos vínculos comunicativos entre nosotros los seres humanos”, sentenció el psicólogo Jorge Peche a El Comercio.
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Visto desde el punto linguistico
“Los diminutivos, en general, pueden utilizarse para expresar ironía, menosprecio, cortesía y cariño. Estas dos últimas formas son las que se usan más en el Perú. La Academia indica que los matices afectivos de los diminutivos pueden expresar familiaridad o cercanía, y esta sería la manera en la que vemos a los jugadores de fútbol, porque nos acompañan, nos representan y nos traen alegrías y tristezas. Por eso necesitamos llamarlos en diminutivo: Cuevita, Polito, Orejitas, como si fueran nuestros amigos o hermanos. Diversos lingüistas han dado cuenta de la enorme presencia de diminutivos en español peruano en contextos afectivos, pero esto no corresponde solo al Perú, sino a todo el ámbito hispanoamericano. Se sabe, por ejemplo, que a los hispanohablantes europeos les llama la atención la abundancia de diminutivos que caracteriza el español americano”, nos dice la lingüista Grace Gálvez Núñez.
Visto desde el punto de la sociología
“El diminutivo lo usamos de manera cariñosa y ahí no hay problema. Yo a mi hijo le puedo decir: ‘Adrianito’, y ahí no hay problema e incluso a pesar de mi edad, me dicen ‘Carlitos’ y yo no lo veo mal, hasta te diría que me agrada, pero hay otros usos que llegan a ser discriminativos, puesto que no hay que olvidar que la palabra puede ser agresiva, ofensiva o complaciente”, comenzó diciendo Carlos Bejarano.
Recordemos que era común en la antigua hacienda peruana, el peón diga “patroncito” a su jefe, ahí hay un tema de cariño habría que preguntarse o hay un tema de sumisión. “Puede haber respeto, no sé si cariño con la persona que es tu jefe en esta circunstancia que conocemos que era abuso”, agregó el sociólogo.
“El diminutivo también se usa contigo, cuando no siendo niños hay actitudes que no te definen como mayor y en el fútbol se usa mucho. Por ejemplo, cuando dices ‘Cuevita’, ‘Orejitas’, yo creo que hay cariño de parte de la gente, pero, ¿habrá la necesidad de tratar de que no crezca esa persona? Tal vez ahí manifestamos que la persona no crezca, ya que sabemos que futbolísticamente son jugadores irremplazables. Tal vez la prensa lo hace con la mejor intención, pero cuando tú le dices ‘Cuevita’, él siente que todavía es chico, y también hay un entorno que lo llama con ese diminutivo, que le dice es chico, pero él ya es grande. Esta bien el diminutivo, pero en algunos aspectos es peligroso cuando le dices a alguien que es chico cuando no lo es”, sentenció Carlos Bejarano.
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