No se merecía un final así. Es injusto que el delantero con mayor relevancia a nivel nacional e internacional de los últimos años, el capitán de dos generaciones de selecciones peruanas, el futbolista que se volvió ícono de sacrificio y dignidad deportiva, culmine su carrera en medio de una polémica de baja estofa donde se mezclan desacuerdos dirigenciales, rabietas adolescentes y chismes de televisión.
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No se lo merecía, pero es importante subrayar que el principal responsable de este cierre tan deslucido es el propio Paolo Guerrero, quien desde el primer minuto hizo todo lo posible por incumplir su acuerdo con la Universidad César Vallejo. El 9 es un estupendo futbolista, pero un mal actor, y nunca supo disimular su fastidio por recalar en Trujillo. El punto culminante ha sido la escena bochornosa ya por todos comentada donde pareció dejar en ridículo a su propio técnico, el Chicho Salas, diciéndole frente a miles de personas y varias cámaras que no entraría a jugar en el partido contra Alianza. Hay voces en la interna que señalan que Salas sabía que Guerrero no podía jugar y aun así lo expuso, pero la imagen que quedó en la retina colectiva fue la de un subordinado desobediente.
Partidos: 9 (6 por Liga 1 y 3 por Copa Sudamericana)
Minutos: 658
Goles: 3 (todos por Liga 1)
Asistencias: 1
Amarillas: 3
Se perdió diez partidos en lo que va del año por lesiones: inflamación del pie (1), sobrecarga muscular (2) y desgarro muscular (7).
Uno podía comprender y hasta disculpar los engreimientos del Paolo de veinte años, cuando se salía de sus casillas y cometía errores dentro y fuera de la cancha por los cuales luego pedía públicas disculpas; en el Paolo de cuarenta, en cambio, esos mismos caprichos resultan insufribles y desconcertantes, porque ponen en evidencia que su crecimiento deportivo no ha venido acompañado por una madurez como individuo. Podemos especular con los factores que han contribuido a que Guerrero cultive esa personalidad autodestructiva –¿la sobreprotección de su madre, la adulación de la prensa, la indulgencia de la afición?–, pero sería un despropósito considerando que ya es tarde para esperar un cambio de actitud de su parte.
Alguien podría decirme que, si el pase a Alianza se concreta, como parece que se concretará, quizá a Paolo le quede una oportunidad de bajar el telón como le corresponde a un profesional con su trayectoria. Bastará con que ingrese poquitos minutos en los partidos claves y haga dos o tres goles decisivos. Con eso ya tendría más que suficiente para cerrar la puerta y decir adiós. Hay que irse como se han ido Kroos o Di María, en la cúspide, dejando a los hinchas con el deseo de ver un poquito más y no –como podría ocurrir con Guerrero– aburridos de la enésima pataleta de un viejo ídolo que se resiste a la despedida.