Paradoja de una analogía: ¿qué hace tan diferente a Fossati de Reynoso en la selección peruana?

Vayamos a los detalles

Desde que asumió las riendas de la bicolor, Fossati ha realizado conferencias de prensa y ha otorgado entrevistas por todos lados. Sus frases dejaron buenos titulares, pero el uruguayo también habla con las acciones, quizá inconscientemente de lo que significa, como el hecho de empezar su etapa en la selección jugando en Matute. El primer partido del ‘Nonno’ fue en el estadio de Alianza Lima, un escenario que Reynoso nunca pisó cuando vestía el buzo del ‘equipo de todos’. El ‘Cabezón’ contó que quiso ir, aunque no se dieron las condiciones para su visita y al final jamás se dio. Lo que sí hubo fue una especie de morbo que alimentó esa leyenda urbana de la mala relación entre el DT y el club blanquiazul.

En cambio, Fossati hizo lo contrario. Su primer partido como seleccionador fue en el mismo estadio en el que le apagaron las luces cuatro meses atrás, cuando dirigía a Universitario de Deportes y le mostraba a todo el Perú cómo campeonar con su 3-5-2. Tal vez de una manera irónica, el ‘Flaco’ intentó iluminar en Matute el corazón del hincha peruano, ese mismo que estuvo sumido en la oscuridad a consecuencia del proceso Reynoso y al borde del infarto por los malos resultados. Con el resultado ante Nicaragua, la alegría parece haber vuelto y, con ella, la ilusión por superar la adversidad.

Pero Fossati fue más allá. Quiso que sus primeros dos partidos en el timonel de la selección sean en Matute y el Monumental, como si se tratase de un mensaje conciliador en el inicio de su proceso. La bicolor es de todos y la lectura entrelíneas es esa: si se quiere remar hacia la misma dirección, es necesario estar unidos. Esa conexión con el hincha peruano es tan importante como diseñar una estrategia para ganar un partido. Y su discurso parece ser más eficiente que el de Reynoso, porque -más allá de que Juan haya utilizado también un mensaje unificador- esa ‘herida abierta’ con los blanquiazules le impidió alcanzar la misma efectividad que la del uruguayo.

Insisto, vayamos a los detalles.

Mientras Reynoso jugaba al secretismo en los entrenamientos, escribía en su cabeza el guion de una película digna de una nominación al Óscar y caía en el facilismo de la frase “contra todo y contra todos”, Fossati abrió las puertas de la Videna para recibir a la prensa que su antecesor detestó. Separó las cortinas de su casa para mostrar lo que hacía dentro, reveló un poco más de la intimidad de la bicolor y de esa convivencia que el ‘Cabezón’ prefirió ocultar en su momento. Acercó la selección a los medios de comunicación y, por consiguiente, al hincha común.

Lo que hizo Fossati fue algo tan simple como comunicar; es decir, dejar ver lo que otro quiso ocultar. Jalar agua para su molino con un discurso afectivo es una proeza astuta que solo alguien con su experiencia es capaz de realizar. Mostrando ese abrazo efervescente, ese saludo emotivo y esa mirada cómplice cada vez que recibía a sus futbolistas en la Videna, Fossati ya consiguió más que Reynoso frente a las cámaras. Caer bien es un arte que se alcanza con la simpatía. El ‘Cabezón’ nunca pudo acercarse a eso y el ‘Nonno’, con esa imagen de abuelito querendón, no necesita simpatía para caer bien.

Por analogía, Fossati y Reynoso tienen más de una particularidad como técnicos; pero si vamos a los detalles esa misma analogía se convierte en una paradoja fácil de explicar. Son caras opuestas de una misma moneda, dos perfiles equidistantes ubicados en los extremos de una misma línea, dos formas de concebir y entender el fútbol en estos tiempos.

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