“Si hubieras querido, ‘Rei’”, empieza Manco y al compás de su propio relato resume su intensa carrera: intermitente, ruidosa y a la vez talentosa, donde el ‘pudo ser’ fue más fuerte que cualquier intento suyo por ‘ser’. “Muchos me criticaron, pero nadie me comprendía”, continúa el exjugador, quizá intentando encontrar respuestas tardías en otros lugares, justificar lo que ahora ya no se puede retroceder. No obstante, Reimond siempre fue el mismo, un genio incomprendido que nació, creció y murió en el fútbol como si se tratase del paso fugaz de una estrella en el firmamento. “El fútbol da revanchas, siempre escuchaba eso y siempre estuve esperando la mía”, afirma durante la última línea de su exposición, de alguna manera cerrando esa etapa y dándole la bienvenida a otra en la Kings League.
Pero con una cuota de sinceridad en la mano, esa oportunidad parece incompleta. Suena difícil, aunque real. El fútbol es un capítulo cerrado en el libro de Manco y lo que ofrece la Kings League, incluso cuando se juega con un balón y dos arcos, no va más allá de la experiencia del entretenimiento. Ese proyecto revolucionario que empezó con Gerard Piqué e Ibai Llanos es un fenómeno del fútbol posmoderno que ha dado la vuelta al mundo y ha sido una cachetada a la innovación. Nace de la esencia del deporte rey, pero es imposible compararlo con él. Quien lo haga (o siquiera lo piense) está equivocado. Empecemos por allí.
Hace un año, Javier Tebas, entonces presidente de LaLiga, llamó “circo” a la Kings League de España: “Lo único que se parece (al fútbol) es que se juega con un balón y que hay que meter goles. (...) Es un circo. He leído que se compara y se equivocan”. Aunque con cierta ironía, el tiempo le dio la razón. Lo que hace la Kings League es justamente eso, ofrecer entretenimiento a una audiencia masiva de todas las edades. Llenaron el Camp Nou, metieron 96 mil personas al estadio, batieron todos los récords en streaming y rompieron todas las redes sociales. Si queremos maquillar lo dicho por Tebas, la Kings League es el circo gigantesco del fútbol.
Y a ese lugar es al que llega Manco, una industria del espectáculo y el entretenimiento en el que intentará reinventarse con el balón en los pies. No es fútbol, pero tiene algo de eso. Es lo más cercano que puede encontrar para rememorar su mejores épocas, cuando gambeteaba como si fuese un poeta o ponía en práctica el arte del engaño frente al rival. Para el ‘Rei’, es una forma de cobrarse la revancha que no pudo como futbolista y volver a sentirse único en su especie. Será él en su reino, en sus dominios, en su propio y enorme circo.
Quizá Manco ya sabe lo que es jugar allí. Estuvo 15 años pasando por distintos equipos del Perú (sin contar cuando militó en clubes de Europa), superando obstáculos frente al ojo público, entre las críticas del hincha, las interminables noches de juerga y el goce de la bebida espiritual. Y lo que le ofreció nuestra liga local, con dirigentes incapaces, estadios sin agua, clubes sin presupuestos, polémicas arbitrales y mucho más, hicieron que -tal vez sin saberlo- el fútbol peruano fuese su primera Kings League de la historia. O mejor dicho, el primer circo de algún intento de fútbol en el que pudo destacar.
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