“’Solo son unos tipos que fingen luchar’. Creo que nuestra industria es más compleja de lo que la gente cree”. Aquel viejo prejuicio sostenido por los más críticos de la lucha libre de entretenimiento, puesto en la mesa por Triple H, sirve como hilo conductor para entender hacia dónde apunta WWE: Unreal, el más reciente documental de la compañía estrenado en Netflix. En cinco capítulos, de casi una hora cada uno, intenta llegar al espectador mostrando lo que no se ve una vez que las superestrellas salen del cuadrilátero. Apuesta algo arriesgada, obviamente impulsada por el gigante del streaming.
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Antes de profundizar en los detalles, es importante ubicarnos en la historia. La serie nos va a contar el camino previo hacia el último WrestleMania (41), el evento cumbre de la WWE, realizado este año en Las Vegas, teniendo como partida la sociedad con Netflix, era que empezó oficialmente el pasado 6 de enero. En ese andar, irán apareciendo algunos luchadores –los más destacados de la rama masculina y femenina en ese momento– dando sus testimonios sobre sus vidas en el wrestling y algunas otras cosas fuera de él (Cody Rhodes comenta que su hija cree que es bailarín profesional), en un intento de humanizar a los peleadores.

John Cena y CM Punk son el corazón del show
Dentro de lo más destacable, ambas superestrellas sobresalen con luz propia. Tanto Cena como Punk hacen creíble el documental con cada intervención. Ver al actor que da vida a Peacemaker decir que lucharía gratis, pero que el “físico ya no le da” (motivo por el que se retira este 2025), mientras se le corta la voz y al borde del llanto, hace que el espectador se olvide por completo que se trata de un mundo ficticio. No hay nada más real que esa tristeza de Cena que nos rompe el corazón.

En esa misma línea va CM Punk, de lo más genuino que hay en el circuito. Esa ausencia de filtros crea una empatía que supera pantallas. Con una carrera extensa, reconocida por compañeros, y considerado como leyenda por muchos aficionados, el ex MMA se emociona hasta las lágrimas después de su primer estelar en WrestleMania. No importa el resultado (derrota ante Seth Rollins, previa traición de Paul Heyman, en una triple amenaza con Roman Reigns), el niño interior de Punk se apodera de las cámaras para disfrutar del momento. Dentro de esta ecuación de puntos altos, sumaría a Chelsea Green, quien aparece en el tercer capítulo junto a Bianca Belair y Charlotte Flair. La canadiense se expresa libremente, se anima a decir verdades del negocio que otros prefieren esquivar y es contundente al afirmar que hará todo lo que las cabezas le digan.

También para resaltar son las situaciones que nos exponen al humano por encima del personaje. En el principio, Paul Michael Levesque se refiere a la complejidad que existe en la industria y muchos no advierten. Un buen ejemplo es la ansiedad de Jey Uso por saber si ganará el Royal Rumble o la presión que siente al convertirse en uno de los rostros estelares de la compañía. Lo mismo con Rhea Ripley, quien tiene ataques de inseguridad antes de cada evento, encontrando en Damian Priest a la figura que le ayuda a centrar sus emociones. En relación a la australiana, se puede observar su gusto por coleccionar animales disecados y objetos raros, algo oscuros, como una cabeza reducida. Otro caso es el terror de Charlotte, totalmente endeble luego de una grave lesión en la rodilla, que la alejó más de un año de los cuadriláteros. Los miedos y las dudas acerca de su futuro se apoderan de la hija de Ric Flair, recordando al hermano fallecido, las motivaciones que la llevaron por el camino de la lucha libre y porqué lo es todo para ella. Sin olvidar el decepcionante (vergonzoso) episodio que le tocó vivir a Chelsea Green en el Survivor Series 2024 realizado en Vancouver. Al ser en Canadá, su país de nacimiento, la luchadora compró 15 boletos para familiares y amigos creyendo que la iban a programar, hecho que no sucedió.
Párrafo aparte merece la producción y edición del documental, que en todo momento evidencia el sello de Netflix. Los cortes y planos elegidos del Royal Rumble, masculino y femenino, son para disfrutar, regalándonos una de las partes más memorables y mejor logradas de la serie.
Triple H y el exceso de guion
Mencionados los aciertos, vayamos a la esquina opuesta, en la que todo gira en torno a Hunter. El actual jefe creativo de la WWE se siente el dueño del circo –cosa que cambia con la presencia de The Rock o algún miembro de TKO–, situación que se transmite constantemente, llegando a cansar. Con el testimonio de Triple H se abre y cierra el documental, como si se tratara de una biografía suya. No contento con eso, participa en el 80% de las escenas, interactuando con las superestrellas. Hay un trasfondo claro: limpiar la imagen y dejar bien parado al esposo de Stephanie McMahon. Las buenas ideas salen de su cabeza, mientras que todo lo alejado al éxito es responsabilidad de alguien más. Una figura repetida a lo largo de los cinco capítulos es la de los luchadores (as) yendo a saludar, hablar o abrazar a ‘H’ antes y después de cada combate. El dueño del ‘pedigree’ aparece como una suerte de padrino, que tiene de oficina el “Gorilla Position”.

En tanto, las sobreactuaciones le quitan demasiado realismo al producto. En varios pasajes se puede observar a Triple H motivando a los peleadores, sin dejar de mirar a la cámara. Pasa lo mismo con ciertas situaciones poco creíbles que nos las quieren vender a la fuerza. Una de ellas es la que protagoniza Jey Uso al llegar a la arena e intentar ingresar al estacionamiento. El guardia de seguridad le impide el paso, diciéndole que su nombre no figura en la lista que le entregaron. Primo de Roman Reigns, relacionado a la familia de The Rock y con 15 años en la compañía… no lo sé Rick, parece falso.
¿Vale la pena?
WWE: Unreal (Increíble en español) es un producto que se deja ver, cumplidor, con buen ritmo narrativo, dirigido especialmente para fans que no llevan tanto tiempo en el universo de la ex WWF. Básicamente, por dos motivos:
- Gran parte de lo que se expone, como el “Gorilla Position” (área que está detrás de la rampa de entrada, que sirve como centro de mando y desde donde se monitorea todo), la gran influencia del público en los directivos, que termina siendo el termómetro para medir las carreras de los luchadores en la empresa y el juez en las decisiones creativas, o que todo funciona bajo un libreto, son cuestiones ampliamente conocidas.
- En cada episodio dejan en claro que el kayfabe es cosa del pasado. Tiene sentido, si volvemos a la frase inicial de ‘The Game’ y pensamos en la asociación con Netflix. El concepto, relacionado a la ilusión que todas las historias, personajes y rivalidades son reales a pesar de que haya un guion de por medio, así como mantener esa burbuja más allá del ring, comenzó su extinción con la llegada de Internet. Hoy, con tantas plataformas y foros en Reddit, sería un absurdo seguir sosteniéndolo. Y aquello es algo que a los más puristas –aficionados de la vieja escuela– les puede generar mucho ruido.
No diría que es imperdible, como sí me parece lo es el documental “Mr. McMahon” del 2024, que también está en Netflix. A pesar de ello, hay pasajes que le gustarán a la mayoría de seguidores. La planificación y secretismo en torno al “turn a heel” de John Cena en el último Elimination Chamber, que solo seis personas sabían; o la historia detrás de la traición de Heyman a sus queridos Punk y Reigns para aliarse con Seth ‘Freakin’ Rollins, son aciertos en la serie que merecen la atención de los fans de cualquier generación.
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