El día en que lo iban a ‘matar’ a Hernán Darío Gómez –parafraseando a García Márquez en el inicio de Crónica de una muerte anunciada– todos estábamos tensos. Los diarios, emisoras de radio y canales de TV en sus espacios deportivos solo hablaban de lo que le esperaba a Gómez. Y el pobre pensando que los pasillos de la Federación Ecuatoriana de Fútbol eran el corredor de la muerte. Posiblemente este día madrugó, tal vez no durmió bien, y ese cafecito tan colombiano que suele tomar por las mañanas no le resultó tan placentero.
Seguramente almorzó liviano –pudo tener poco apetito–, habrá conversado con su equipo de trabajo y barajó con ellos muchos escenarios, todos inciertos. Le da los toques finales al informe ampliado hasta esperar el auto que lo llevaría al sitio donde lo esperaba el pelotón de fusilamiento –cinco o siete expertos en fútbol que esa tarde le demostrarían que ellos saben más de balompié que él–.
Por si alguien cree que defiendo a Gómez, se equivoca. A mí un día me preguntaron si me parecía que el Bolillo debía ser el entrenador de la Selección y rotundamente dije no. No porque no sea un buen entrenador, sino porque consideraba que no era su momento, que Ecuador necesitaba otro liderazgo, que su discurso y recursos ya no eran para esta generación de futbolistas. Que necesitábamos una visión y objetivos distintos que conduzcan a una meta cierta, sin medias verdades ni confrontaciones bizantinas que ya sabemos que nunca terminan, como el equivalente a discutir de qué género son los ángeles.
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De acuerdo con declaraciones de algunos, Gómez es un inconsciente que solo trabaja cuando hay partidos, o sea, cada dos o tres meses. Y no se les ha ocurrido mejor forma de hacerlo enfadar y para que renuncie que hacer que el técnico trabaje con las menores de la FEF; es decir, sub-15, sub-17, sub-20 y, por supuesto, con los mayores.
Todos sabemos aquí, allá y en el más allá que Bolillo no tiene vocación ni deseos de trabajar con divisiones menores. Seguramente conoce sobre procesos de enseñanza, aprendizaje y perfeccionamiento del trabajo con menores, pero eso a él no le seduce. Siempre ha trabajado con jugadores mayores y estoy seguro de que en ese espacio terminará su carrera como entrenador. Sería un error gravísimo de los directivos que, por molestar al técnico de las mayores, desplacen a Jorge Célico de su espacio que a fuerza de buenos resultados se lo ha ganado.
Otra cosa es que se fije en los jugadores de las menores y eso a mí me parece que Gómez sí lo hizo. No faltaba más, si desde la distancia los vemos y tenemos nuestro propio criterio de esa observación. Desafiar al técnico al decirle a qué jugadores debe convocar y con cuáles no, con el insólito argumento de que son indisciplinados y que además solo juegan en la Tricolor por dinero y luego, sin que esa sea su lista, exigirle que gane y clasifique al próximo Mundial, es otro injustificable error.
Decir que hasta el 70% no deberían ser convocados nunca más es acusar a quienes nada tienen que ver con hechos denunciados y jugar con la sensibilidad del aficionado.
Es cierto tenemos un gran futuro en las selecciones de menores, pero por ahora eso no es presente para todos. Para muchos es futuro, algunos ingresarán antes, otros después, pero asimismo alguien quedará en el camino sin consolidarse. ¡Esa es la ley fatal del fútbol y es así! Cada uno, en su momento, que yo sepa, arregló el asunto de los premios hace mucho tiempo para los próximos años. Conozco que en todas las selecciones del mundo los jugadores ganan premios. Los que están acostumbrados a ganar títulos lo hacen por objetivos cumplidos; otros, que no pasan de octavos, arreglan por partidos. Así es, no hay misterios y hacer un escándalo por eso está fuera de contexto.
Recordemos que lo que nos diferencia, entre otras cosas, de los animales es que poseemos libre albedrío y eso nos hace impredecibles. Es decir, cualquiera, por muy educado que esté en valores, podría potencialmente cometer un acto de indisciplina. Para frenar esto están los reglamentos que se aplican a contravenciones y no las generalidades, como por ejemplo decir que hasta el 70% no deberían ser convocados nunca más. Eso es acusar a quienes nada tienen que ver con hechos denunciados y jugar con la sensibilidad del aficionado, que siempre quiere ver a su Selección mayor en mundiales.
Pedirle al técnico una ampliación del informe como argumento para despedirlo también es discutible. Él puede escribir todo lo que los dirigentes quieran que les escriba, eso es fácil. Pedirle en su ampliación que se refiera al supuesto acto de indisciplina en un piso del hotel también es problemático, ¿y si no se enteró? ¿Cómo se hace responsable de su acusación? Para eso la FEF envía un presidente de delegación, un equipo de seguridad, un coordinador. En fin, hay otros quienes deberían presentar sus informes y relatar los supuestos hechos, y no solo eso, sino probar que realmente existió tal cosa. Pero empezar diciendo ‘a mí me dijeron’ es una ambigüedad, no una certeza.
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Estoy de acuerdo con el presidente de la Federación cuando expresa que es necesario implementar una mejor formación de los futuros futbolistas y desarrollar en los profesionales valores deportivos, en analogía con lo que exige el deporte. “Es preferible educar al niño que castigar al adulto”. Este es el gran secreto de la formación. Desarrollar en cada uno la capacidad y la paciencia para esperar su momento de disfrute, la perseverancia, el compromiso y la pasión por lo que se hace.
Todos esos son valores que bien nos vendría conquistar, si no cometen la equivocación de confundir la vida real con un mundo plenamente feliz.
Lo importante es el verdadero desafío de los miembros del directorio de la FEF. Hernán Darío Gómez es transeúnte aquí. El fútbol ecuatoriano y su organización son para siempre. Este es el gran reto, ya es hora de que la dirigencia se vista con trajes que los distingan de los otros y destaque por el legado de grandeza que dejen en su paso por la institución que administran.
Sería genial trabajar sobre un contexto psico-emocional que genere confianza, sobre un plan de acción y conocimiento de lo que somos, desarrollar bases sólidas para lograr los resultados apetecibles. Esa debe ser su visión. Debe haber un plan, y no elucubrar como hacemos para desaparecer al Bolillo de nuestro país y que nos salga gratis. Eso es imposible. Bolillo Gómez tiene la última palabra. (O)