Nogales, la ciudad fronteriza de Sonora, ha sido por años un destino habitual para turistas estadounidenses en busca de una escapada rápida. Sin embargo, la dinámica ha cambiado. Hoy, los comerciantes locales ya no ven a los mismos clientes de antaño, sino a autobuses cargados de inmigrantes deportados como producto de las políticas de Donald Trump.
El flujo de personas en la frontera ha mutado drásticamente, dejando a Nogales en una encrucijada social y económica. En esta nota te comentamos a qué se enfrenta este lugar que se convirtió en refugio de los inmigrantes mexicanos ante las deportaciones masivas.

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Más deportados que turistas: la nueva realidad de Nogales
Según Courthouse News Service, las calles de Nogales, donde antes predominaban los visitantes estadounidenses que cruzaban para comprar medicamentos o disfrutar de la gastronomía local, ahora son testigos de un fenómeno distinto. La Patrulla Fronteriza de EE. UU. ha reforzado las deportaciones, generando un incremento en la llegada de migrantes repatriados a México.
Solo en los últimos meses de 2024, las detenciones en el sector de Arizona alcanzaron las 250,000, con miles de personas devueltas a territorio mexicano. Siendo así, los migrantes deportados encuentran refugio temporal en albergues como la Casa De La Misericordia, donde esperan nuevas oportunidades o la posibilidad de regresar a EE. UU. Muchos de ellos, como Kevin Genchi y Oscar Ledezma, han atravesado situaciones extremas para llegar hasta aquí.
Ledezma, originario de Jalisco, huyó con su familia debido a la violencia, mientras que otros, como los venezolanos Jesús Marcano y Yoselin Machado, enfrentaron la peligrosa travesía del Tapón del Darién con la esperanza de un futuro mejor. Mientras tanto, la incertidumbre domina el ambiente. Las restricciones en los procesos de asilo dificultan las opciones para estos migrantes, dejándolos atrapados en un limbo en la frontera.
Nogales, entre la crisis migratoria y el declive del turismo
Con base en lo expresado por Courthouse News Service, para los habitantes de Nogales, la caída del turismo es evidente. Comerciantes como Armando Díaz, quien vende artesanías cerca de la frontera, han notado la disminución de clientes. Lo mismo ocurre en farmacias, restaurantes y bares que antes dependían del flujo constante de visitantes estadounidenses.
Pero no todos los deportados dependen de la caridad. Francisco Zamorano Beltrán, quien fue deportado hace 15 años desde Idaho, encontró en la venta ambulante su forma de sobrevivir. Desde su motocicleta, ofrece palomitas y bocadillos a quienes transitan por la ciudad. Aunque extraña a su familia en EE. UU., afirma que no se rinde: "Aquí seguimos, trabajando como se pueda".