Por Martin Cabrera
Analisis
RIO DE JANEIRO, BRASIL
Enviado especial
Estudiantes no está del todo bien. No hay que saber demasiado ni escarbar debajo de las rocas para ver los problemas que hay alrededor del equipo, que ya no es sólido ni contundente y que no tiene fortaleza anímica; que le marcan demasiados goles, sufre cada pelota parada en contra y no tiene recorrido por las bandas. Por ende, está claro, es un equipo que no juega bien, porque jugar bien es hacer correctamente lo anteriormente mencionado.
De los últimos seis partidos perdió cinco. Dos de ellos recientes, ante Vélez y Botafogo, en los cuales se profundizaron todos los errores defensivos. En Liniers se habló mucho del modo sistemático para salir desde el fondo con la pelota. Y en Río de Janeiro del bajo nivel de los laterales y la disposición táctica para marcar las pelotas paradas.
El problema del equipo es más profundo que eso. Hay un desconcierto general que lo ha llevado a este lugar de baja autoestima y confusión. La defensa no da señales de seguridad, pero en el medio corren mucho y mal. Los extremos no se entienden a la hora del recorrido, no marcan ni atacan bien y los de arriba están desconectados.
El máximo responsable del equipo es Nelson Vivas. Pero también lo fue cuando el año pasado eran todas sonrisas y elogios. Es la misma persona que logró conducir el barco hasta esta Copa Libertadores y convertir a la defensa en una puerta blindada. Pero a finales de 2016 el andar se hizo irregular. ¿Qué le pasó a este equipo? ¿Cómo puede ser que una misma defensa decaiga tanto? ¿Por qué el punto bajo en determinados jugadores? ¿El entrenador perdió autoridad? El mismo reconoció que no sabe cuándo se produjo el quiebre y admitió que le preocupa. También dijo tener confianza en torcer este rumbo errático. Lo logrado anteriormente le da crédito como para buscarlo.
De los 15 meses que lleva al frente del plantel este es el momento más delicado y el que más se ha prolongado el bajón. No había sido convincente el arranque del torneo 2016, pero se recuperó rápido. Y tras la sorpresivas eliminaciones en Copa Argentina y Sudamericana supo hacer borrón y cuenta nueva para seguir creciendo.
El técnico, por primera vez desde que está al frente del plantel, empezó a ser cuestionado por los cambios realizados (el más hablado fue el del martes, cuando se fue Viatri e ingresó Iritier), por los minutos a determinados jugadores (caso Dubarbier en el sector izquierdo) y por la actitud del once dentro de la cancha.
Por todas estas cosas el técnico necesita más que nunca que su equipo gane el próximo domingo ante Patronato y empiece una racha positiva, para recuperar la confianza perdida y para llegar con otro semblante al compromiso ante Barcelona, por la Libertadores. De lo contrario la atmósfera seguirá llenándose de versiones que no aportan nada bueno a un plantel que, al igual que su entrenador, tendrá que buscar la mejor versión de sus jugadores.
Esta versión 2017 de Estudiantes no está para pelearle el título a Boca y para ser animador en la Copa. Pero bien puede plantearse como objetivo estar arriba en el torneo para asegurarse un boleto internacional el año que viene y aspirar a meterse en octavos de la Libertadores para repartir de nuevo las cartas tras el receso.
UNA ESTADIA FATAL
Además de perder en su debut copero, a Estudiantes no le salió casi nada bien en su estadía por Brasil. Desde que llegó hasta que volvió sumó todos problemas que hicieron del viaje de regreso a Buenos Aires un cóctel difícil de digerir.
Todo comenzó el domingo por la noche, cuando en Ezeiza le hicieron saber a Leandro Desábato que podía llegar a tener consecuencias al pisar suelo brasileño, por aquella vieja discusión con Graffite que acabó en los tribunales de San Pablo. Noticia que sólo sirvió para incomodar al capitán albirrojo.
El lunes, la presencia de Juan Sebastián Verón en cancha empezó a tener más dudas que certezas, porque la Conmebol no interpretó el reglamento como lo había hecho Estudiantes. Entonces, la sanción de 2011 que ya daban por acabada se transformó en una piedra en el zapato. Finalmente no pudo jugar y su debut oficial será recién dentro de un mes.
El tercer infortunio lo vivieron algunos hinchas y dirigentes que tenían entradas de protocolo. Llegaron en combis, taxis y autos particulares desde el hotel Windsor pero al llegar hasta el Engenhao nadie supo indicarle por dónde ingresar. Un papelón de parte de las autoridades del Botafogo y de la Policía local. El tema promete continuar en la Conmebol porque se presentará una carta de repudio.
La última escala de esta sucesión de malas noticias fue el partido, que terminó con derrota ante un rival que invitaba a ganarle o al menos sacarle un empate. Estudiantes volvió a jugar mal, a cometer errores y a entregar un partido que tenía favorable. Necesita este plantel que el domingo comience urgente un nuevo capítulo.