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La decisión se tomó a mediados del 2022. Y aunque hoy las cosas salieron bien, el riesgo era inmenso: Universitario había decidido no renovar los contratos de hasta 15 jugadores del primer equipo, algunos incluso subcampeones del 2020. O precisamente por eso. La idea de refundar el vestuario se sostenía en dos argumentos: formar el plantel del Centenario un año antes y encontrar otros líderes, con experiencia en finales, con fuego intacto para pelear campeonatos.
Los dos primeros nombres que surgieron para fichar fueron los del chileno Rodrigo Ureña y el volante de Cristal Horacio Calcaterra. Dos volantes de primera línea que cumplían esos requisitos y que, vistos los highlights de su carrera, jugaban y peleaban. Calcaterra pagó su contrato de tres años con el golazo en arco sur de Matute. Y el chileno fue un ejemplo notable dentro del vestuario: el primer día que pisó Campo Mar preguntó si él podía hacer doble turno para ponerse en forma ideal cuanto antes. “No sabes lo que es Rodrigo. Se va a comer a todos”, me escribió Jean Ferrari al WhatsApp en diciembre, cuando todos googleábamos su nombre. Él también: ya instalado en Lima, hizo algunas preguntas y de inmediato se fue a YouTube a ver videos del Puma Carranza, el hombre que elevó una carretilla a categoría de obra de arte.
“Hoy hablé con él -dijo el Puma, mientras pisaba Matute antes que nadie, dos horas antes de la estrell 27-. Pronto me van a olvidar, con lo que juega el chileno”. Ureña, los ojos llorosos, las piernas de cemento, la bandera chilena como capa de Superman, le devolvió el cariño: “Noooo. Yo tengo mucho respeto a los ídolos del club. Pero es increíble que él lo diga. Me recibieron con mucho amor, me respetaron de donde yo venía, mis costumbres. Estoy muy agradecido. Me quedo al Centenario y tres años más”. Y luego volvió a poner la cara de quien está masticando el protector, antes de salir al ring.
Los jugadores así, decía, se meten en la memoria de los hinchas y de allí no salen más.