23/11/2024

"The heated reaction from Paolo, combined with the insults from the fans towards Reynoso, indicate that the bubble has burst" | OPINION [VIDEO]

Hace un año

Juan Reynoso, Paolo, Lozano, Oblitas, all in crisis. Why has a point in four matches of the 2026 qualifiers divided us so much? Read Pedro Ortiz Bisso's full column.

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Lo mismo debe haber sentido cuando lo dirigía Sergio Markarián, quien mucho antes de clasificar con Paraguay a los Juegos de Barcelona, alcanzar la final de la Libertadores con Cristal o entrenar en México, Grecia y Chile, solo había trabajado en una gasolinera en Uruguay. Ni qué decir de Paulo Autuori, doble ganador de la Copa Libertadores y triunfador del Mundial de Clubes que, de acuerdo con Wikipedia, antes de entrar al mundo grande del balompié apenas registraba antecedentes como jugador de futsal.

Así de endebles y ridículos son los argumentos del delantero del LDU quien la noche del miércoles, poco antes de viajar a Ecuador, la emprendió contra sus críticos porque, en sus palabras, estos nunca habían pisado un campo de juego o anotado un gol.

La destemplada reacción de Paolo, aunada a los insultos de los hinchas contra Reynoso y los jugadores -hasta el pobre Claudio Pizarro se llevó lo suyo en el aeropuerto- y los rebuznos de un sector de la prensa deportiva -la “colegada” como alguna vez la bautizó con tino César Hildebrandt- indican que la burbuja, esa hermosa ilusión que por algunos años alimentamos con más ingenuidad que sustancia, finalmente se quebró.

Los jugadores de la selección peruana se juntaron en el campo tras la derrota ante Argentina. (Foto: GEC)
Los jugadores de la selección peruana se juntaron en el campo tras la derrota ante Argentina. (Foto: GEC)
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La semana pasada habíamos contado en este rincón que por largos años ponerse la camiseta nacional no era sinónimo de orgullo. Quienes se sorprendieron viendo a niños disfrazados de Messi el último martes, olvidan que hace poco nomás sobraban los chiquillos vestidos con la azulgrana de Ronaldinho o la alba de Raúl y el gordo Ronaldo en las canchitas de barrio y los estadios. Que las blanquirrojas se acumulaban en los anaqueles porque nadie quería vestir ropas de perdedores, de esos pelilargos que solían regresar goleados de Barranquilla o Montevideo y se emborrachaban en un bar de mala muerte o el hotel El Golf.

Construir la burbuja tomó su tiempo. Significó, primero, que el jugador creyera que podía. Luego, que la gente confiara otra vez en sus jugadores. Volver a las raíces del juego aceleró la reconexión. Con la pelota al piso, bien jugada y cierta dinámica, el colectivo se potenció. A pesar de los problemas estructurales, de la precariedad de la liga, de los desatinos dirigenciales, la selección probó que podía competir en el gran nivel. Y detrás suyo tenía una hinchada que la sostenía, que la alentaba sin desmayo, aún en los peores momentos. El vínculo era acerado e indestructible, no parecía tener fecha de caducidad.

Hasta que en una semana todo se derrumbó.

Gran culpa la tiene Reynoso. Sus cualidades como técnico no están en entredicho. Tampoco su capacidad de trabajo, ni su ascendencia sobre el grupo. Sí sorprende la recatafila de errores y contradicciones que ha cometido, dentro y fuera del campo. Sigo sin entender el por qué de su planteamiento timorato ante el peor Chile en varios lustros, el uso de dos laterales por banda, su vergonzosa decisión de enviar a Oliver Sonne a dar una conferencia de prensa, su burdo intento de tomarnos el pelo al intentar disfrazar el pobre poder ofensivo de la selección en “expectativas de gol” y otras necedades que no esperaba encontrar en un técnico de su categoría.

Incluso sus explicaciones, que en otro contexto podrían resultar razonables, sonaron poco creíbles. Los cuatro cambios que hizo en el segundo tiempo ante Argentina parecieron más un acto desesperado que una decisión planeada porque Grimaldo o Reyna solo podían aguantar 60′ de juego.

Lo peor que le ha pasado a la selección no ha sido la pérdida de 11 de los 12 puntos en juego en estas cuatro primeras fechas, sino el desmenuzamiento de su credibilidad, de la ligazón indestructible que tenía atada al corazón con el hincha y que hoy ha perdido. ¿La recuperará? Todo depende de noviembre. O de quien venga después.


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