Había un guión preestablecido por muchas personas para el partido entre Perú y Dinamarca, pactado para disputarse este sábado. El corazón analizaba mejor que la cabeza al vaticinar la victoria peruana luego de 36 años sin asistir a una Copa del Mundo de Fútbol, el mayor período de ausencia para cualquiera de los 32 países presentes en Rusia 2018.
Por si fuera poco el capitán y máximo referente de los sudamericanos, Paolo Guerrero, logró apenas un par de semanas atrás el visto bueno de la FIFA para competir en tierras rusas, tras dar positivo en una polémica prueba antidoping a fines de 2017, situación de la que Guerrero siempre se defendió como inocente.
Era Guerrero, los muchos años para un país sin pisar una cancha mundialista. Era la furia y la pasión de los aficionados peruanos. Pero también era Dinamarca, selección que no es segunda de nadie, con un elenco maduro y de recursos futbolísticos.
Perú salió sin complejos a la Mordavia Arena, de la ciudad de Saransk. Presionó el medio campo de los daneses, gracias al buen trabajo de la pareja de volantes que integran Renato Tapia y Yoshimar Yotún. Mostraron al mundo en pocos minutos que el triunfo si era posible.
Sin embargo, ahí estaba la fría y calculadora Dinamarca lista para dar el zarpazo. El juego era abierto para los dos, ambos podían empatar e irse tranquilos a sus hoteles de concentración, pero los 22 protagonistas sobre la cancha buscaban la gloria absoluta.
Si Guerrero no salió desde un inicio por decisión estratégica del alto mando peruano, por los daneses si estaba su genio Christian Eriksen, encargado de manejar los tiempos de juego en su escuadra. El número 10 de la «Dinamita Roja» no estuvo fino en líneas generales, pero todos sabían que a él le basta un chispazo de luz, para cambiar el destino del compromiso.
Minuto 59: El «enganche» del Tottenham agarró un balón y lo condujo a la contra con clase por más de 20 metros. El mundo giraba unos pocos segundos para él, lo manejó a su antojo, y designó a Yussuf Poulsen para que sacara un efectivo remate de pierna zurda hacia el fondo de la portería peruana.
La pieza de Eriksen cortó el desarrollo de la película. Ahora tocaba reescribir el guión para los incas que se llamaba «remontada». Ya no sería solo Eriksen, Dinamarca esperó atrás al contragolpe, mientras su arquero Kasper Schmeichel salió en plan de aguafiestas: atajó todo lo que le soltaron los sudamericanos bajo los tres palos.
Pesó mucho el penal desperdiciado por Cristian Cueva segundos antes de concluir el primer tiempo. Era el momento de mayor emoción tras 36 años fuera de la fiesta mundialista, pero los nervios dijeron presentes en un jugador que hasta ese instante había cumplido muy bien su papel en el terreno.
El fiasco peruano puede ser revertido, todavía queda un rollo grande de película para gastarse Perú con la poderosa Francia el venidero 21 de junio en Ekaterimburgo. El deporte da revanchas, y los peruanos se han crecido ante las adversidades para llegar a Rusia. Esta historia todavía no escribe su capítulo final.