Paolo Guerrero y Jefferson Farfán tienen mucho en común, pero hoy sus caminos han tomado considerable distancia. Los dos nacieron en 1984, los dos fueron juveniles en Alianza Lima, los dos jugaron en Europa y los dos tienen más de 20 goles con la selección peruana. Podríamos escribir también que los dos recibieron el saludo emotivo de dos niños hinchas el último fin de semana. Sin embargo, a Paolo lo abrazaron en el campo de entrenamiento en la Videna, mientras que a Jefferson en un iluminado set de televisión. Uno vive sus días aún como futbolista de alta competencia y el otro ya casi recibe homenajes de ex jugador. Uno fue la portada de los diarios deportivos de hoy, el otro solo el video más visto del día en You Tube.
Alguien está asesorando mal a Jefferson Farfán. Si Paolo Guerrero logra driblear en aeropuertos a los reporteros del corazón, como si estuviera buscando su último gol en el Maracaná; Jefferson sigue atrapado hace mucho tiempo por esas cámaras de farándula que lo hacen ver como un delantero en offside. Es decir, totalmente fuera de juego.
“Yo no estoy para ser capitán, a mí que me pidan jugar bien nada más”, dijo Farfán hace un par de años cuando se le anunciaba como uno de los líderes potenciales del recambio en la selección peruana. Al final quien se hizo cargo del asunto fue su compadre Paolo. Capitán indiscutible, goleador vigente y dejando la saludable impresión que hasta podría iniciar las próximas Eliminatorias a Qatar en una versión quizá otoñal para el fútbol pero con gasolina suficiente para unos cuantos goles más.
“Estoy seguro de que Gareca lo llamará”, dijo Guerrero a finales del año pasado queriendo darle una ayudita a su querido amigo ‘Jeffrey’. Fueron inseparables desde muy temprano: en Alianza, en el colegio Los Reyes Rojos, en la Sub 17, en la Sub 20 y cuando se reencontraron en mayores. Hoy las distancias se marcan desde cualquier estadística que se mire: en el 2017, Paolo Guerrero suma jugando casi dos mil minutos en el Flamengo de Brasil y Farfán no llega ni a los 400 en el Lokomotiv de Rusia.
Es cierto que, haciendo sumas y restas, lo de Farfán en Europa (sobre todo con PSV y Schalke) trascendió mucho más que lo hecho por Guerrero en Alemania. Dos semifinales de Champions, títulos nacionales y buenas marcas goleadoras. Es cierto también que lo de Jefferson se entrampó en los últimos dos años después de una pesada lesión en la rodilla, mientras que Paolo encontraba un paraíso y una segunda juventud en Brasil. Uno vivía sus días más tristes vestido de corto, el otro todavía se ríe de Janeiro.
Paolo ha gritado gol 15 veces en este año, Jefferson solo en una ocasión. Si aún quiere dar pelea como jugador, Farfán debería recibir mejores consejos de un entorno que más lo empuja al show mediático antes que a un resumen televisivo de goles. Nadie le pide que postule a la selección (mientras esté Gareca, lo más probable es que eso no ocurra), pero sí que vuelva a ser noticia en páginas deportivas, que el esfuerzo se enfoque a eso. Que el próximo “amor, amor, amor” de Farfán sea su amor por el fútbol; que el próximo ampay sea entrenando por un físico mejor entre cuatro paredes de un gimnasio.