La gesta tuvo momentos únicos que marcaron a fuego a un grupo que fue con la misión de lograr el título que le fue esquivo en las dos ediciones anteriores. En la previa, el plantel que concentró en el Hotel Guaraní, durmió de día y trabajó de madrugada, buscando adaptarse al horario en Australia (12 horas de diferencia). Todo tiempo fue clave y se invirtió en la preparación, para lograr el perfecto estado antes de la competencia, como continuar con rutinas de estiramiento en cada escala o en el mismo vuelo rumbo a la sede del torneo.
La travesía deportiva arrancó un 22 de octubre en la ciudad de Moe, en donde la Albirroja hizo base en la primera etapa logrando resonantes victorias por amplio marcador como el aplastante triunfo en el estreno ante Canadá por 11 a 0.
En la etapa 2 (serie cuadrangular), Paraguay siguió exponiendo un alto nivel, con dos resonantes victorias (frente al local 8-1 y contra Argentina 8-3), aunque en esa etapa sufrió el único traspié en la competencia, ante el bicampeón Brasil por 2-1.
En semifinales, el elenco guaraní despachó al subcampeón España por 4-1, arribando otra vez a una final, como en la primera edición del Mundial 1982, ante Brasil, hasta entonces invicto y con la valla menos vencida en el torneo.
El juego definitorio se celebró en la ciudad de Melbourne. La afición deportiva paraguaya vibró en madrugada del 29 de octubre (noche en Australia) con los relatos de Pedrito García.
El elenco brasileño se adelantó a través de Carlos Ortiz, pero la Albirroja reaccionó con dos golazos de Miguel Martínez. El primero de un remate potente de tiro libre sin barrera, en el tras cortina de Ramón Carosini, y el segundo con un formidable disparo, tras triangulación entre Monchi y Villamayor. En ambas acciones la pelota se metió en el ángulo del pórtico de Brasil, dando mayor lujo a las definiciones.
La resistencia guaraní tuvo como gran figura a Lucho González que sacó varios mano a mano, para consolidar el gran triunfo.
La Albirroja tuvo también al mejor jugador del campeonato, el lateral pivot Ramón Carosini, para muchos el mejor salonista paraguayo de la historia.
En el retorno, la gratitud de los hinchas paraguayos ondeando banderas al paso de una larga caravana del aeropuerto hasta el centro marcaron uno de los momentos inolvidables de la consagración.
El sueño y el deseo de un éxito mayor hicieron que la dirigencia y los jugadores logren una armonía total, que tuvo como resultado tumbar al mejor Brasil de todos los tiempos, quebrando un invicto de casi 8 años y lograr uno de los triunfos más importantes del deporte paraguayo.