Hablar de Cristóbal Ortega es charlar de un futbolista que representó al americanismo más puro y duro, un tipo que dejó su nombre grabado en la memoria de varias generaciones, con un legado eterno porque portó los colores del Club América con gallardía desde el primero hasta el último de sus días.
No hay futbolista mexicano o extranjero que haya portado la playera del América como él, ni que le haya regalado tantas tardes de gloria, números que lo ponen en el máximo altar de la institución.
Sí, el americanismo está de luto porque una parte del escudo se va con Cristóbal Ortega, su partida es una pérdida mayúscula, porque se va el hombre que se erigió como símbolo y referente para muchos chicos allá por los años 70 y 80.
Su historia fue de fidelidad pura, de esas que existen solo en los cuentos, para Ortega el América era una forma de vida. Honró al América en el campo y fuera de él. El único one man club que ha existido en una institución con 104 años de historia.
Llegó cuando apenas era un chico de 15 años y permaneció ahí 20; 18 como jugador profesional y dos como futbolista de fuerzas básicas. Una vida consagrada al americanismo, tan preciada es su leyenda que la cancha donde hoy se entrena el primer equipo lleva su nombre. Sí que tengan claro los que hoy escriben la historia, que Cristóbal Ortega fue y será santo y seña del club.
Americanista puro
El Osito -como le decían sus amigos- se hizo mayor de edad, futbolista y leyenda en el Club América. Debutó con 18 años bajo las órdenes de José Antonio Roca, un 3 de octubre de 1974, en el estadio Azteca en un juego de Copa contra el Ciudad Madero.
Diez días después llegó la presentación en Primera División, un 13 de octubre cuando entró de cambio al minuto 68, nada menos que en un Clásico Nacional celebrado en el Coloso de Santa Úrsula.
Aunque fue los pulmones del América, Cristóbal llegó a Coapa para jugar como extremo, tenía picardía, regate y desequilibrio, incluso en un amistoso que disputó en Brasil con el equipo filial, el mítico Mario Zagallo llegó a pensar que se trataba de un futbolista brasileño.
Fue Carlos Reinoso el que lo cambió a la media de contención donde brilló de manera significativa y se convirtió en uno de los mejores del futbol mexicano. Después de 19 temporadas se marchó del Nido, dejando un legado que desde ayer es eterno.
MGC