Son dos instituciones emblemáticas que exploran al deporte a su máxima altura. Estas son la Federación Internacional de Fútbol Asociado (FIFA), cuyo poder de desarrollo tiene como base al balompié, y en un andarivel paralelo y con más historia está el Comité Olímpico Internacional (COI), que cultiva en cada olimpiada la hermandad deportiva con más de mil deportistas soñadores en ganar una medalla de oro, plata o bronce, y escuchar en el podio el himno sagrado de su país.
Ambos organismos gozan de una economía solvente como para pagar deudas a muchas naciones subdesarrolladas. La FIFA tiene reglas económicas y gracias a ellas cada 4 años otorga dividendos en la etapa clasificatoria de las Copas del Mundo, por lo cual cada país recibe la suma de $6 millones. Además, lo que correspondía a la cuota de julio del 2020, por $500 000, sería adelantado en estos días. No es un rubro extra.
Nadie duda de que la FIFA revienta sus arcas con toneladas de dólares y euros. Se enaltece con ingresos millonarios en cada temporada, proveniente de auspiciantes y de los hinchas que asisten a los certámenes que planifica. Insistimos en que este organismo, aparte de ese valorable tributo por entregar a cada país, podría dar una asignación extra basado en un análisis de sus seis confederaciones continentales inmersas y de sus 211 asociaciones que son parte de la gran familia del fútbol en el planeta Tierra, valor que serviría para paliar la letal COVID-19 en cada nación.
Nadie duda de que el Comité Olímpico Internacional disfruta de cajas fuertes abarrotadas de monedas y cuentas en bancos. Es una institución poderosa en lo económico y lo que ha difundido es sobre un aumento en las asignaciones por concepto de preparación de los deportistas, tras el aplazamiento de los Juegos Olímpicos para el 2021, pero no es un aporte/contribución a sus 206 miembros para atenuar la pandemia.
Algo de historia. La FIFA nació en 1904, desarrolló su primera competencia mundial de fútbol en la República Oriental del Uruguay en 1930. Hoy se confiesan millones de practicantes del balompié, que es una religión deportiva.
Mientras, el COI encontró un pedagogo, un visionario caballero que hasta empeñó ciertas pertenencias para que naciera en 1984 el olimpismo moderno. Su nombre, Pierre de Fredy, barón de Coubertin. En 1896, la bella Atenas acogió el arranque competitivo de los Juegos Olímpicos modernos.
Al publicarse esta columna, si la FIFA y el COI no han estudiado un nuevo sustento económico para sus miembros, seguirán en deuda. No más palabras… (O)