“Ferrari, hágame caso y ponga sobre sus vehículos al cavallino rampante de mi hijo. Le traerá mucha fortuna…”. Así lo sugirió Paolina, madre del héroe de la aviación Francesco Baracca, al por entonces joven piloto Enzo Ferrari.
Baracca había fallecido diez años atrás en uno de los últimos bombardeos de la Primera Guerra Mundial. Antes de que eso ocurriera, el duque lucense, considerado el mayor representante de la historia aeronáutica italiana, había combatido y ganado, junto a su escuadrilla de aviones, muchísimos duelos en defensa de la patria.
Ya reconocido como el ‘Rey de los Aires’ en el Viejo Continente, Baracca decidió adornar el fuselaje de su aeroplano con la figura de un pequeño caballo rojo en el medio de una nube blanca. Así fue el diseño original.
Atendiendo al consejo de la señora Baracca, y también influenciado por su propia historia en el Ejército, Enzo Ferrari decide, cómo no, incorporar la imagen del equino en sus coches de carrera. Era una manera de enaltecer al héroe, pero también era un guiño a todos esos años en los que fue mecánico en el servicio militar. De todos modos, el nuevo diseño habría de diferir con el anterior en los colores.
Ferrari prefirió que el caballo sea negro, como tributo a todos aquellos aviadores que murieron durante la acción bélica. El fondo también cambiaría el blanco, que usaba Francesco Baracca, por el amarillo canario, color representativo de Módena, ciudad natal, de ‘Il Comendattore’, como se le conocía a Enzo entre los miembros de su recientemente estrenada escudería. La otra diferencia clave entre ambas figuras es que, en el caballo de Ferrari, la cola apunta hacia arriba, mientras que en el del aviador lo hace hacia abajo.
El emblema de la escudería de Maranello tuvo que esperar algún tiempo para ser utilizado en los coches, que por aquel entonces todavía eran propiedad de Alfa Romeo, que tenía en un trébol verde su propio símbolo. En cambio, todas las cartas y papeles oficiales de la compañía, ya en 1929, habían incorporado el logo a su documentación. Tres años después, en las 24 horas de Spa en Bélgica, el 10 de julio de 1932, el escudo tiene un debut victorioso bajo la conducción de Piero Taruffi y Guido D’Ippolito.
Después de ese triunfo, el scudetto estuvo siempre presente en todos los vehículos oficiales de la compañía, que esta semana cumplió su nonagésimo aniversario.
Hace dos semanas, curiosidades de la vida, el piloto monegasco Charles Leclerc, 21 años y nuevo niño mimado de Ferrari, se impuso en el Gran Premio de la misma ciudad. Una semana después, lleno de alcoholes interiores, volvería a bullir en el circuito. Esta vez en Monza. En él depositan su fe los seguidores de ‘Il Cavallino Rampante’. El futuro tiene la palabra.