En los Supercampeones, Oliver Atom es el héroe del partido ante Irak. Marca, en los descuentos, el gol que le da a Japón la clasificación al Mundial de 1998. El primero de su historia. Antes de que el '10' la mande a guardar, y poco después de una atajada de Benji Price, el relator -cuyo doblaje era hecho por el mexicano Miguel Ángel del Hoyo- recuerda lo que pasó en las clasificatorias previas. "Es un deja vú del partido en Qatar", dice, como presagiando una nueva eliminación. Pero no. Eso no sucederá. Esta vez, los nipones, cobrarán revancha, porque es ficción. Ficción que se creó para, de alguna manera, sanar la herida de Moriyasu y compañía.
En la vida real, Japón sí tuvo su primera participación mundialista en Francia 98, pero el pase no fue así. Ganó en tiempo suplementario, con gol de Masayuki Okano a los 118', pero hay un pequeño detalle que separa la realidad de la ficción: el rival fue Irán. Con Irak, el contrincante del dibujo animado, no logró quitarse la espina de lo que pasó cuatro años antes, en la llamada Tragedia de Doha.
Ese jueves 28 de octubre de 1993, en Qatar, se definían a los últimos invitados a la máxima fiesta del fútbol, que se realizaría, meses después, en Estados Unidos 1994. Eran tres los partidos que se jugaban en simultáneo. En el Al-Ahli, Japón dependía de sí mismo. Pese los triunfos de Corea del Sur y Arabia Saudita, le bastaba ganar para hacer historia. Y, a solo segundos del final, cumplía la tarea a la perfección. En los otros estadios, los duelos ya habían culminado. Los triunfos de Corea del Sur y Arabia Saudita metían algo de presión, pero el 2-1 era suficiente para ser mundialista.
Justo cuando el partido entró en tiempo de descuentos, el juez suizo Serge Muhmenthaler cobró un tiro de esquina a favor del elenco iraquí. En el arco de Japón no estaba el arquero de los Supercampeones, pero sí Shigetatsu Matsunaga, habitual titular en la Copa Asiática que, un año antes, había conseguido el equipo dirigido por el neerlandés Hans Ooft. Sin embargo, de nada sirvió la experiencia cuando, tras el centro de derecha, un cabezazo de Jaffar Omran Salman al palo derecho de la portería puso el 2-2. Y sonó el pitazo final.
Con ese empate, no solo quedaba fuera del Mundial el 'Equipo del Sol Naciente', sino que la plaza era para Corea del Sur, uno de sus más clásicos rivales. Matsunaga, aún de pie debajo de su arco, se agachó, recogió el balón y le metió un puntazo, en clara señal de bronca. En las tribunas, los presentes no dejaban ver sus rostros. Los tapaban, como intentando esconder el llanto desconsolado. En las canchas, algunos japoneses estaban tendidos en el campo. Otros solo se tomaron la cabeza, dejando caer las lágrimas que, hasta poquito antes, debían ser de orgullo y no de decepción. Uno de ellos, uno de los que vivía la Tragedia de Doha, era Hayime Moriyasu, actual entrenador de Japón.