Inesperada, agónica, confusa, casi extraña victoria de Colombia in extremis. Uno a cero a Perú a los 93 minutos en una acción que nadie ni las cámaras pudieron determinar si el balón ingresó o no en el arco incaico. Muy buena ocasión, por cierto, para dimensionar cómo ese gran impostor que es el éxito puede cambiar en el último segundo la percepción de la tarea realizada. Todas las frases que hasta un segundo antes se pronunciaban frente a los televisores colombianos (“Uuufff, qué desorden”… “No jugamos a nada”… “Que vuelva Pekerman”…), etcétera, fueron sustituidas en el acto por muchas otras del tipo “No se jugó bien, pero al menos se ganó”… “Hay que mejorar, aunque siquiera volvimos al triunfo”… “De a poco el barco se va enderezando”… “Bien ese muchacho Morelos”… O sea, de cómo el resultado acomoda el análisis.
Incluso las potenciales críticas a Carlos Queiroz quedaron frenadas por esa pelota que medio entró y medio no. Lo que no pudo parar el estadístico 1-0 fue la preocupación interior en Colombia. Quien vio el partido sabe que algo no está bien. Esta doble fecha FIFA es el último ensayo previo a la Eliminatoria mundialista, que arrancará el próximo 26 de marzo. En los siguientes cuatro meses y monedas será todo teoría, no habrá más pruebas ni amistosos preparatorios ni posibilidad de reunir a los futbolistas, de modo que las sensaciones que de estos dos juegos queden perdurarán hasta levantarse el telón oficial.
Vimos primero una Colombia corredora, luchadora, peleona, sin juego ni llegadas al arco rival. Cambió en el segundo tiempo, especialmente con el ingreso de Mateus Uribe, muy activo y picante, pero cabe consignar que la reacción de Colombia coincidió con la salida de los dos centrocampistas peruanos –Pedro Aquino y Renato Tapia– que eran hasta ahí las figuras de su equipo y habían comandado las acciones. Como además estuvo ausente por lesión un titular, Yoshimar Yotún, Ricardo Gareca no tuvo más opción que sacar a Santamaría de la zaga y mandarlo al medio. Y encima Santamaría quedó sangrante en un pie por un pisotón de Yerry Mina. Esto sin duda fue determinante para que la Bicolor perdiera presencia en la cocina del fútbol y preponderancia en el partido. Y Colombia lo aprovechó bien. Pero no se gustó a sí misma. Ese es el rival que enfrentará Ecuador este martes (en Nueva Jersey).
Quedó la impresión de que Perú, aun perdiendo, tiene más clara la idea que Colombia. Lógico, por otra parte, Gareca lleva años allí. También, por encima de la cuestión del rodaje, en Colombia se advierte la falta de “jugadores de fútbol”, gente que sepa llevar la bola, conducir, tocar, crear juego. Desde luego, en marzo volverán Wilmar Barrios, Duvan Zapata, James Rodríguez, incluso Falcao, que deberían potenciar la selección, pero no se ve la usina que genere asociación, juego, paredes, toques, complicidad.
Desde luego, el pie izquierdo de James puede aportar a ese cometido desde sus lanzamientos, pero se necesita que asuma el protagonismo en serio, no hablamos de toquecitos sino ponerse el equipo al hombro, liderarlo, no ser primera guitarra sino la voz cantante. Para eso él también necesitará socios. Nadie puede solo. Y que prime la idea de jugar, no solo de correr.
Pero nuestro comentario (así estaba estipulado) era Argentina-Brasil. Ganó esta flamante selección albiceleste, que en la Copa América inició un nuevo camino, una transformación total. Es una versión más esperanzadora. De aquel equipo que cayó 2-0 sin atenuantes con Colombia en Bahía a hoy hay muchos cambios. Y algunos nombres prometedores. Argentina estaba estancada en un álbum de figuritas repetidas que habían tocado fondo; Lionel Scaloni ha probado muchísimos jugadores (también se sigue probando a sí mismo como entrenador) y ha dado con una base de veinte elementos que invitan al optimismo. Hay algunas promesas como Lucas Ocampos, Juan Foyth, Lautaro Martínez, Nico Domínguez, Nico González, Lucas Alario, Rodrigo De Paul… Ellos más Lionel Messi, que sigue estando en alto nivel.
El 1-0 sobre Brasil no da para la euforia, sí para la tranquilidad, para pensar en la Eliminatoria sin los dramas anteriores. Una clasificatoria que será durísima, aunque la sensación es que ahora hay con qué. Lionel Scaloni, nobleza obliga, ha hecho el trabajo hormiga de la búsqueda, parece haber acertado en varios jóvenes y ha serenado las aguas.
Fue ligeramente superior Argentina, tal vez no hubiese sido mentiroso un 2-0. Tampoco es para engañarse, Brasil sin Neymar es más accesible. Con todos sus defectos e imperfecciones, Neymar es un grande en serio, un crack que puede hacer mucho daño al rival. No pateó al arco en 90 minutos Brasil con pelota en movimiento. Sí tuvo un penal apenas iniciado el clásico en los pies de Gabriel Jesús, quien lo tiró afuera, gentileza que supo aprovechar Argentina. Tite también tiene sus problemitas, aunque no debe tener ningún contratiempo grave para desandar el camino a Catar.
Messi, la figura una vez más, se inventó un penal metiéndose raudamente al área, le sacó un cuerpo de ventaja a Álex Sandro y forzó que este lo tocara desde atrás. Alisson le adivinó la punta en el disparo, pero dio rebote y el propio Messi convirtió, llevando su cuenta en selección a 69 goles. Está bien el capitán, contento con este nuevo grupo, comprometido como siempre.
El triunfo sirve sobre todo para ganar confianza y emparejar más el historial, que ahora está 39 victorias a 38 en favor de la Verdeamarilla.
Brasil, Argentina, posiblemente Uruguay, que ha hecho también un recambio importante y, al parecer, satisfactorio, se van bien al receso antes de la carrera hacia el Mundial. Colombia aún mantiene dudas, Perú sabe su libreto y dará combate. Chile está en un limbo entre la veteranía de sus figuras, las rencillas internas indisimuladas públicamente, el amago de Reinaldo Rueda de irse y la no aparición de nuevos talentos. Venezuela tiene buenas figuras y un DT convencido y capaz, pero la política nacional del país parece erosionar de algún modo el desenvolvimiento de la selección. El fútbol boliviano está en un pozo profundo y Paraguay es aún una incógnita, aunque le aparecieron valores nuevos. Es el panorama a cuatro meses y días de la verdad.
Vimos primero una Colombia corredora, luchadora, peleona, sin juego ni llegadas al arco rival. Cambió en el segundo tiempo. Ese es el rival que enfrentará Ecuador este martes.
¿Y Ecuador…? ¿Y el declamado proyecto revolucionario, con técnicos y asesores alemanes, un plan integral con psicólogos y preparadores físicos europeos…? ¿Fue a parar a un cajón…? Ya no queda tiempo. Ahora toda esa rimbombancia parece haber quedado reducida a la modestia de un apellido: Célico. El miércoles Ecuador se levantará y sabrá que su próximo partido es por la Eliminatoria. Y que no tiene, todavía, una certeza de quién será el comandante que dirija la batalla. (O)