Tenía 8 años, regresaba de un cumpleaños infantil en una cadena de comida rápida y todo el mundo estaba expectante. En mi sala la TV estaba transmitiendo el ya desaparecido canal Fox Sports y desde el estadio de la UNSA en Arequipa transmitía la final de vuelta de la Copa Sudamericana del 2003 entre Cienciano del Cusco y River Plate. Este es uno de los primeros partidos que recuerdo haber visto de principio a fin.
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Este equipo lleno de figuras como Marcelo Gallardo, Marcelo Salas, un joven Javier Mascherano y Eduardo Coudet bajo la dirección técnica del chileno Manuel Pellegrini llegaba como el gran favorito para hacerse con el torneo frente a un equipo peruano que había sorprendido a propios y a extraños llegando a la final del certamen y empatando el partido de ida en el Monumental de Nuñez.
En un partido trabado, con mucho pundonor, y un soberbio Óscar Ibañez en la portería los dirigidos por Freddy Ternero lograron resistir los ataques de River Plate y a los 32 minutos del segundo tiempo, al borde del área, el paraguayo Carlos Lugo anotó un tiro libre que se coló por la barrera de “El Millonario” y le dio la alegría a todo un país.
Un equipo conformado en su mayoría por veteranos que superaban en su mayoría los 30 años —salvo Carlos Lobatón y Santiago Acasiete— le daban al Perú su primer título internacional a nivel de clubes y unía al país al son del “Upa upa upapá, el Cienciano es el papá”. El certamen terminó con Germán Carty, un ejemplo del deporte nacional pues consiguió jugar en primera división hasta los 44 años, como goleador, con Ibáñez como el mejor arquero y con la figura de Ternero como el salvador en un país que para ese entonces estaba carente de victorias deportivas y, además, lo hacía con un equipo del interior del país que, por más increíble que parezca, no ha campeonado ni una sola vez en el torneo nacional.
Ni siquiera nuestro Premio Nobel Mario Vargas Llosa fue ajeno al éxito del equipo cusqueño y en un texto publicado en la icónica revista “Etiqueta Negra” calificó la gesta como “proeza” y señaló que “gracias al éxito inesperado de Cienciano, el fútbol vuelve a ser no una operación matemática de resultados previsibles, sino un encuentro de consecuencias imprevistas entre seres vivos que juegan más para divertirse y gozar, una de esas experiencias que nos reconcilian a nosotros, los hinchas pobres diablos, con la vida”.
Este martes 19 se cumplen 20 años de la gesta del Cienciano, un equipo que enseñó a los peruanos que sí se puede cuando existe el convencimiento, las ganas, la fortaleza mental y la convicción de que en el fútbol solo son 11 contra 11 y todo puede pasar. Al año siguiente, el equipo repitió su gesta ganándole la Recopa Sudamericana a Boca, pero esa es una historia para otro momento. El logro del Cienciano en aquel lejano 2003, me enseñó que sí se puede.