Es un lugar común que los políticos se aprovechen de las personas de fama —principalmente deportistas—para lograr dividendos de popularidad.
El día de ayer se vio otro caso con los practicantes de la lucha libre profesional residentes en la Ciudad de México, y el Jefe de Gobierno, Miguel Ángel Mancera, pues con motivo del centenario del natalicio de Santo, el Enmascarado de Plata, el Sistema de Transporte Colectivo Metro emitió boletos conmemorativos con la efigie del legendario luchador.
El acto fue aderezado por un anuncio de Mancera, quien dijo que, a partir de ahora, todos los luchadores capitalinos mayores de 68 años podrán tener acceso a la Tarjeta de Pensión Alimentaria.
Anunciamos que todos los luchadores de #CDMX mayores de 68 años podrán tener la Tarjeta de Pensión Alimentaria #mm pic.twitter.com/VBr8UNgRIG
— Miguel Ángel Mancera (@ManceraMiguelMX) June 21, 2016
Si bien suena muy bonito el planteamiento, y muchos luchadores agradecen el aparente gesto desinteresado del gobernante, lo cierto es que no hay ningún avance en beneficio del gremio luchístico.
El programa de apoyo alimentario para adultos mayores comenzó en 2001, por iniciativa del entonces Jefe de Gobierno, Andrés Manuel López Obrador. En ese primer año hubo 250 mil beneficiados mayores de 70 años.
Para 2003, la edad bajó a 68 años, aumentando a 400 mil beneficiados para el final del sexenio.
De 2006 a 2012, durante el periodo de Marcelo Ebrard, los beneficiados llegaron a 480 mil, mientras que de 2012 a la fecha, el número se incrementó a 500 mil.
De acuerdo al Instituto para la Atención de los Adultos Mayores, el número de capitalinos mayores de 68 años en la ciudad, es de alrededor de 553 mil, por lo que le faltarían a Mancera solamente 53 mil pensionados más.
El programa, que actualmente se llama “Nueva vida a los 68 años”, puede ser tramitado por cualquier ciudadano mayor de 68 años que lleve viviendo en el DF al menos 3 años. Lo ofrecido por Mancera no es ninguna prestación nueva para los luchadores profesionales, pues es una prestación que por ley ya tenían; sólo fue —como se diría coloquialmente—una manera de pararse el cuello a costa de la fama que poseen las leyendas de la lucha.