Luego de la victoria de Rosholt, Uriah Hall y Robert Whittaker se apoderaron de la jaula. En una pelea estratégica a puro ras de piso, con muchos golpes de poder pero con la acción principal desarrollada en la lona.
Desde el inicio, Uriah quiso sorprender a Whittaker con una patada voladora, no conectó pero logró hacer una pinza con las piernas, mismas con las que derribó a Robert. Sin embargo, Whittaker fue capaz de revertir la posición y situarse sobre Hall para someterlo a presión. Hall trató de sacárselo de encima pero le costó trabajo. Una vez de pie, con los golpes yendo y viniendo, un piquete de ojo no intencional de Whittaker sobre Hall.
Hall tomó un momento para recuperarse.
La pelea fue llevada a la lona nuevamente por Whittaker, quien mantuvo prácticamente inmóvil a Hall, sin que éste último pudiera hacer algo para zafarse.
Ya para el segundo round, Hall entendió que si se llevaba la pelea al piso estaría en desventaja, por lo que evitó caer en el juego de Whittaker, aunque eso significó que tardara más tiempo buscando cómo golpearlo que en realidad consiguiendo golpes que le dieran puntos. Pero Whittaker no perdió la paciencia y supo esperar, aunque eso le costara un par de golpes que le hicieron sangrar la nariz.
Ya para el tercero, Hall sabía que era todo o nada, así que inició soltando bombazos, pero Whittaker pudo sobrellevarlo y atacar en el momento correcto para su estrategia: colocando a Hall contra la malla, de espalda, golpeando los costados de su cara.
No fue suficiente para Hall el que consiguiera más golpes con respecto a los otros rounds, la pelea ya la había trabajado Whittaker por tres rounds, y así se llevó la decisión unánime con tarjetas de 30 a 29 don veces y 28 a 27 por el tercer juez.