Como género periodístico, un editorial no sólo consiste en un texto expositivo, a menudo también se emiten juicios de valor sobre el hecho noticioso. Sin embargo, la opinión debe estar sostenida con argumentos que a su vez no tendrían que consistir en más juicios de valor, sino en razones.
En SUPERLUCHAS se ha cumplido con explicar los hechos referentes al caso Benoit y se han cubierto otras funciones del editorial, tales como dar a conocer los antecedentes para contextualizar la historia.
La formulación de juicios de valor moral y los llamados a la acción o a la atención del lector son responsabilidad de quien los realiza y gracias a ello nuestros lectores pueden contar con diversas opiniones: no mejores o peores, sólo diferentes. En honor a esa libertad de expresión y libre prensa, se presenta ante ustedes la siguiente reflexión.
Desde el lamentable y repudiable acto de asesinato y suicidio perpetrado por Chris Benoit en 2007, las voces a favor o en contra de él como figura pública se han concentrado en dos vertientes: 1) quienes siguen siendo sus fieles aficionados por su desempeño y logros profesionales sin importar los terribles actos con que terminó su vida, y 2) quienes consideran que ha perdido todo derecho al cometer asesinato.
Existen sin embargo matices, no todo es blanco o negro, bueno o malo, loable o despreciable, menos aun cuando se habla de la dignidad humana. Quien comete un asesinato, nos guste o no, conserva sus derechos humanos. Incluso después de muerto el asesino tiene derechos que trascienden a su fallecimiento, derechos post mortem, entre ellos, el tratamiento decoroso de su cadáver y restos, y el respeto a la honra y personalidad jurídica.
Aunque el asunto es legal, se basa en consideraciones éticas, pues tales arreglos parten de la concepción de la dignidad humana. Pareciera injusto que quien cancelo la vida de otros pueda continuar ostentando derechos, pero, así como tiene derechos tiene obligaciones.
Cuando a una persona se le puede comprobar un delito, en este caso asesinato, debe responder ante la ley y moralmente también es repudiado. El sistema penitenciario se supone que debería rehabilitar a los delincuentes para que resarzan en lo posible el daño a la sociedad. Y en los países donde existe pena de muerte, la sociedad a través de sus leyes está determinando la consecuencia que merece quien comete asesinato.
El caso de Benoit nos resulta todavía más chocante, debido a que, no parece haber recibido un castigo. Al cometer suicidio, la sociedad ya no pudo obligarlo a cumplir una condena por su delito. Pero que nos resulte aberrante no significa que pierda su dignidad humana: valor inherente al ser humano por el simple hecho de serlo, en cuanto ser racional y dotado de libertad.
El asesinato de Nancy y Daniel por parte de Benoit es a todas luces reprobable. Seguramente hasta quienes le admiran como profesional de la lucha libre concuerdan en que haber acabado con la vida de su esposa e hijo es detestable y le convierte en un ser humano despreciable.
Pero eso no obsta para que su dignidad humana continúe presente. Como a cualquier otro ser humano no es licito juzgarle únicamente por un acto en su vida, hombres y mujeres tenemos diversas facetas en nuestra vida: existe un ámbito profesional, otro familiar, otro personal, otro jurídico, etcétera. Delimitar nuestros juicios morales en su justa medida al ámbito pertinente y en su debida proporción es quizá una tercera perspectiva que tomar respecto al caso Benoit.
En el mundo deportivo, intelectual, político, etcétera, existen varios ejemplos de este tipo. Carlos Monzón fue un campeón mundial de box, considerado por varios medios especializados en el deporte como el más grande representante del boxeo argentino. En 1990 fue incorporado al Salón Internacional de la Fama del Boxeo. Y sin embargo, el 14 de febrero de 1988, Monzón asesinó a su esposa al arrojarla por un balcón. Estuvo once años en prisión.
Fritz Haber, fue un científico que recibió el Premio Nobel de Química en 1918 por los avances en la creación de fertilizantes nitrogenados que tenían un menor precio de producción que lo fabricado hasta el momento. El 22 de abril de 1915, Haber supervisó la liberación de gas cloro o Bertholita contra los ejércitos de las naciones aliadas en la Primera Guerra Mundial. Se cree que el suicidio de su mujer el 15 de mayo de 1915 fue debido a la pena que le invadía al saber que su esposo había participado en la creación del gas.
Louis Althusser fue uno de los filósofos marxistas más respetados en la materia. Autor de una de las obras más influyentes tanto en filosofía política como en el activismo del siglo XX: “Ideología y aparatos ideológicos del estado”. Pero en 1980 el filósofo asesino a su esposa por estrangulación. No fue juzgado por el crimen, ya que se le consideró trastornado y pasó el resto de su vida en un sanatorio hasta 1992.
Y como esos ejemplos hay muchos casos más: hombres convertidos en Santos porque una congragación religiosa cree que hay evidencias suficientes para canonizarlos, aun cuando en algún momento de su vida hayan violado o asesinado.
No es necesario ser un fiel seguidor de Chris Benoit para reconocer su legado en la lucha libre profesional, y no es menester ser su detractor para condenarlo moralmente por el asesinato de otros seres humanos. Cada juicio de valor en su ámbito: el moral, respecto a su conducta, el de apreciación estética respecto a su actuación en el ring. Reconocer su desempeño como profesional no significa justificar los deplorables actos en contra de su familia y menos aun hacer apología de ello.
Además, cada juicio de valor en su justa proporción. Entre 1941 y 1945 Hitler fue el principal responsable de la muerte premeditada y sistemática de al menos once millones de personas, de ellos un millón fueron niños. Fue el mayor genocidio del siglo XX. El Holocausto fue un suceso abominable y desearíamos que quienes lo cometieron hubiesen pagado por su crimen. No obstante, si de entre los responsables hubo alguno que en su vida hizo algo digno de recordarse, no bastará con dejar de nombrarlo.