El más grande de la historia en el polvo de ladrillo tiene como mínimo un año más de reinado. Ante el hombre que más lo ha complicado en los últimos meses sobre esa superficie, Rafael Nadal mostró que va a haber que trabajar mucho más para sacarlo de su lugar de privilegio. Aun aquejado por un calambre en el tercer set, barrió por 6-4, 6-3 y 6-2 al austríaco Dominic Thiem para llevarse su ¡undécimo! título en Roland Garros y mantener el número 1 del ranking mundial.
El comienzo ya dejó la impresión de que Nadal no iba a darle ningún lugar a respiro a su ascendente rival. No solo mantuvo su saque en 0 en el primer game a puro palo, sino que quebró en su primera oportunidad mientras parecía que Thiem todavía no había entrado a la cancha. Pero en el juego siguiente el austríaco demostró los argumentos que lo pusieron en el partido decisivo, y a caballo de una derecha potentísima le devolvió el break a Rafa.
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Si bien Thiem aguantó a pie firme la embestida de Nadal en el comienzo, y si tenía nervios por su primera final de Grand Slam no los demostró, quedaba claro que el número 1 del mundo sostenía su servicio con más facilidad.
Por eso no sorprendió que en el momento clave del set la primera diferencia se inclinara para el lado del español. En el crucial décimo game, Thiem tiró todo afuera y -como en una repetición de lo que ocurrió en la semifinal ante Del Potro- Rafa se quedó con el primer set por 6-4 al cabo de 58 intensos minutos.
Un gesto de frustración de Thiem durante la final ante Nadal. (Foto: AP)
Como para acentuar la sensación de deja vu con respecto a la semi, el envión del español continuó en el arranque del segundo set, con un quiebre de entrada para ponerse 2-0 arriba.
Pero las diferencias no eran tantas, y Thiem se encargó de demostrar, en esos momentos en los que todo podía desmoronarse, que tiene credenciales como para ser el heredero del trono algún día. Se esforzó para frenar la sangría e hizo mérito para ganarse nuevas oportunidades de equilibrar la historia. Sobre todo en un séptimo game a puro palo en el que dispuso de un break point que Rafa le levantó a puro talento, con un drop shot de ensueño que hizo casi todo el trabajo.
Nadal, emblema de garra en la final ante Thiem. (Foto: EFE)
Thiem consiguió en su game de saque zafar de la presión del español, que no aflojó su efectividad en ningún momento. Pero ya con su servicio, el número 1 del mundo no dio lugar a sorpresas y selló el parcial por 6-3. La nueva consagración estaba a un paso.
Ni por un segundo pensó Rafa en tomarse un respiro. Y fue a la carga de nuevo desde el comienzo del tercer set para que la historia no se extendiera más de lo necesario. Aunque Thiem levantó un triple break point en el primer game, ya en el tercero algunos errores -inevitables, si se considera que necesitaba jugar al límite todo el tiempo- le permitieron al español quedarse con un quiebre con olor a decisivo.
Todo parecía marchar sin fisuras hacia la definición, pero cuando Nadal sacaba 2-1 y 30-0 apareció un foco inesperado de tensión: el español pidió atención urgente por un calambre en la mano que le impedía tomar la raqueta con normalidad. Aunque después mantuvo el servicio, la cara de preocupación del español le puso al partido una incertidumbre que no había tenido hasta ahí.
Nadal se toma la mano izquierda con dolor por el calambre. (Foto: AFP)
Fue poco lo que duró la tensión. Luego del descanso y ya sin rastros de dolor, Nadal mantuvo su saque, quebró el de Thiem y fue a servir para el partido. El austríaco levantó un triple match point y luego otro más, pero en la quinta oportunidad Rafa no perdonó. Selló el 6-2 y la coronación en un torneo perfecto en el que cedió solo un set -mérito aparte para el Peque Diego Schwartzman. La corona sigue en buenas manos y lejos de toda amenaza. Al menos, por un año más.