El ritual, forzosamente, debió ser modificado debido a una suspensión por salir con retraso al segundo tiempo del último partido en la Copa América ante Argentina. La omisión de la hora le costó a la FPF unos 15 mil dólares de multa y a Jorge Fossati la imposibilidad de vivir su primer partido como entrenador de la selección peruana en las Eliminatorias desde la banca. Le tocó padecer desde un palco y tampoco pudo intervenir en los camerinos. Es decir, el uruguayo debió pelear el partido a larga distancia y a control remoto.
MIRA: Perú empató ante Colombia por Eliminatorias | RESUMEN Y GOLES
Por eso es que a los 71 años corrió como jovencito para posicionarse frente a la puerta del bus y ahí espero uno a uno a sus convocados para recibirlos con un afectuoso abrazo, un beso y murmullo al oído con un mensaje, seguramente, muy personal, muy suyo. A Luis Advíncula, por ejemplo, lo apapachó con delicadeza y con varias frases de arenga lo dejó ir, también se tomó su tiempo con Renato Tapia, el rebelde con causa que volvía tras renunciar a disputar la Copa América. Al ‘Cabezón’ le dijo algo que despertó su sonrisa y tomó su rostro con ambas manos, quizá intentando despertar ese fuego necesario para pelear una final como la que tocaba.
Con Gianluca Lapadula fue más cauto y a Carlos Zambrano lo recibió con un apretón de manos, así uno a uno como un líder que sabe tocar la tecla según la tonalidad de su figura. Pese al esfuerzo, perderse el ritual del camerino, la última arenga, debe haberle costado unos dos o tres años de hacer hígado. Al que besó por todos lados, como intentando una bendición a sus manos, fue a Pedro Gallese, el uno que bajo los tres palos es un pulpo.
El estadio tardó llenarse y aunque la expectativa no era muy alta, siempre hay hinchas que mantienen la ilusión por ver a la selección peruana. Eso, pese a que las entradas eran demasiado caras y los asientos en varias de las tribunas parecían no recibir mantenimiento desde el repechaje con Nueva Zelanda. Eso y la canchita muy cara, la gaseosa y el pan con pollo como si Gastón Acurio fuese el chef. En el Nacional no sufrió solamente el hincha, también su bolsillo.
El estado se fue llenando de a pocos, pero quedó al noventa por ciento al inicio del partido. El Contigo Perú empezó a sonar para ayudar a calentar el ambiente y luego las olas y los aplausos. Hasta que salieron uno a uno los seleccionados y empezaron los aplausos. Lapadula y el capitán Tapia fueron los más ovacionados, aunque en las tribunas si había un dorsal que más se repetía, ese era el de Paolo Guerrero. Muchos peruanos con la 9 y el apellido del goleador histórico, quién sabe si porque guardaban la camiseta de la anterior Eliminatoria, como cábala, o ciertamente era una forma de encomendarse a eso que dicen las abuelas que todo pasado fue mejor.
Y empezó el partido. Perú, sorprendentemente, tuvo un primer tiempo bastante decente, con un juego prolijo para la recuperación y la anticipación en el mediocampo, y hasta con chispazos de buen fútbol en ataque. Es cierto, a Renato Tapia se le notó faltó de fútbol y el poco trajín de los últimos meses le pasaron factura. Aún así, resolvió y ejecutó con nota aprobatoria, al menos hasta que le dieron las piernas.
Más arriba, uno de los más notables fue Sergio Peña, quien como pocas veces se ha visto, estuvo acertado, encarador y hasta asertivo para el último pase. Más arriba, el esfuerzo, la voluntad y el perfil aguerrido de Gianluca Lapadula dieron frutos. Fue un 0-0 en la primera mitad, bastante peleado y parejo, en el que incluso Perú pudo ponerse en ventaja luego de una buena jugada de Luis Advíncula que aterrizó en Wilder Cartagena y terminaría en una definición de Lapadula que, aunque alcanzó para celebrarla, terminó siendo anulado por posición adelantada.
Y mientras el ufff... resumía bastante bien el partido, en la tribuna el Mudo Rodríguez veía de pie el encuentro, quizá porque llegó tarde y perdió el sitio o tal vez porque desde la organización no hubo tacto ni manos para asegurarse que uno de los últimos mundialistas no se quede se asiento. Alberto, junto a sus dos hijos, padeció gran parte del encuentro junto a los bomberos.
Algunos metros más allá estaba Maxloren Castro, el único de los siete convocados que quedaron fuera de lista que cantó el himno nacional a ojos cerrados, quizá recordando que soñó esta noche por años o tal vez evitando las lágrimas por la decepción que implica no llegar a estar, por lo menos, en la banca. El golden boy de la Bicolor sufrió todo el partido y alentó con aplausos y gestos efusivos como si se tratase de de una final del mundo.
Por otro lado, más acomodado y con mejor vista estaba Tito Ordóñez, acompañado de Manuel Barreto. Quien llegó tarde fue Rafael Medina. El gerente no llegó solo, estuvo todo el tiempo resguardado por su seguridad personal. El que no tuvo nadie que lo cuide fue Aldo Corzo, quien vivió a mil su partido aparte y en el gol anulado de Lapadula protagonizó un versus picante con James Rodríguez, ambos reclamando al cuarto hombre.
El punto máximo de ironía llegó al medio tiempo, cuando el grupo Armonía 10 comenzó cantar el que era el himno de Christian Cueva en sus buenos tiempos con la Bicolor: cervecero. Resulta entendible si fue planeado, aunque lo más probable es que nadie se dio cuenta.
Hasta que llegó el centro de Peña para que Callens, con algo de suerte y mucho de ídolo, llegue a impactar la pelota con la rodilla para el bendito un 1-0. Entonces todo fue grito, fue gloria. Más todavía porque la jugada estuvo en riesgo de ser anulado por el VAR. Felizmente esta vez el árbitro uruguayo Esteban Ostojich no pudo anularlo. El gol fue tan apoteósico que todos lo celebraron como suyo.
Quien también celebró como loco fue Paolo Guerrero, quien compartió palco con Hernán Barcos. Los cuarentones de Alianza Lima celebraron en simultáneo, quizá como evidencia inequívoca de que ya están sincronizados para todo. Eso sí, el que menos celebró fue Corzo, quien se la pasó dando indicaciones, aliento y gritos a todo lo que se movía; contraste brutal con Leonardo Martínez, el asistente de Fossati al que le tocó dirigir desde la banca.
Y llegó el gol de Alexander Callens, pero la ventaja duró muy poquito. A Fossati se le ocurrió hacer cambios en el tiro de esquina y nos puede costar el repechaje. Centro y gol de Luis Díaz para un 1-1 que duele y mucho porque el milagro estuvo muy cerca. Y aunque se rescató un punto, el hincha -otra vez- se fue molesto.
Ver noticia en El Comercio: DT