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Nunca antes un lateral derecho despertó tanto fervor entre los aficionados, aunque es justo precisar que, más que por su talento (apenas verificable en contados highlights de YouTube), Sonne se convirtió en veloz celebridad por ser un gringo guapo de metro ochentaicuatro que sonreía como modelo y no hablaba una sílaba de español. Para el periodismo de farándula local tanta excentricidad representó un acontecimiento. Ni Gulliver causó tanto revuelo cuando naufragó en Liliput.
Sin embargo, no jugó nunca. Reynoso lo hizo venir hasta en dos ocasiones, pero no le dio una sola oportunidad de mostrarse. Paradójicamente, a pesar de no saltar a la cancha, la popularidad de Sonne se mantuvo intacta. Se le identificó como el gran damnificado del proceso, el pobre chico al que hicieron tomar en vano vuelos de dieciséis horas desde Copenhague. Y mientras el técnico fue cayendo en desgracia –primero por los pésimos resultados obtenidos, después por la actitud poco transparente con que negoció la resolución de su contrato–, el ‘Colorado’ se marchó del país siendo portada de la revista Cosas y dejando en el ambiente la sensación de que la novela con la blanquirroja podía tener segunda parte.
Si Ricardo Gareca hoy hubiese estado al frente del comando técnico, tal vez no habría pensado en llamar a Oliver (el argentino excluyó en primera instancia al delantero Ben Brereton de la selección chilena y su explicación sugirió que era por “no hablar español razonablemente bien”, aunque hace unos días lo citó), pero para Jorge Fossati la barrera idiomática no ha sido un impedimento para volver a convocarlo.
La duda ahora ya no es si jugará, sino en qué posición lo empleará el técnico uruguayo. Según lo visto en las prácticas esta semana, Sonne no será ni lateral ni carrilero, sino volante interior por derecha. En esa ubicación, al lado de Piero Quispe, se espera que beneficie al equipo con su despliegue físico y virtudes técnicas. Veremos también cómo fluye su comunicación con los demás. Sus primeras declaraciones en español –«claro pe, causa»– no derrochan exquisitez, pero al menos denotan optimismo. Y eso, por ahora, quizá sea más que suficiente.
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