Días después de su presentación en La Florida como técnico rimense, Mario Salas charló con El Comercio y resumió su propuesta futbolística en una frase: “Busco que Cristal sea ofensivo e intenso en cualquier cancha”. Tres meses después de aquella revelación podemos decir que el chileno cumplió ese objetivo primario. El equipo cervecero fue protagonista en los 13 partidos que disputó esta temporada, incluso en las derrotas 4-2 ante Lanús en Buenos Aires por la Sudamericana y 5-3 en Ayacucho por el Torneo de Verano pese al desequilibrio que mostró por sus deficiencias defensivas, déficit que fue subsanando hasta recibir un solo tanto en los últimos 360 minutos.
Para un entrenador no hay mejor respaldo que el de los números. En ese rubro Salas está bien cobijado, tiene muchísimo crédito. Descontando el triunfo por WO ante UTC, la producción cervecera fue en constante crecimiento en el torneo local. Ocho triunfos, dos empates y una sola caída resumen un tránsito ya a velocidad de crucero que se traduce en el vuelo a la final asegurada con muchísima antelación, gran mérito considerando que comparte grupo con Alianza Lima y Universitario. Además de la efectividad (78,8% de los puntos), las estadísticas arrojan también una cosecha goleadora que sorprende: 32 tantos en 11 juegos, casi 3 por encuentro, promedio que se elevaría sumando los 4 que marcó en la Copa. Defendiendo su propio arco mejoró a la par, las pelotas paradas ya no lo lastiman como antes.
Lejos de la mirada netamente resultadista, inevitable por cierto, el manual de estilo del chileno se resume en la frase ya resaltada en el arranque y su éxito radica en lograr su ejecución con bastante eficacia. Pretende un once que presione en campo contrario, que recupere el balón con prontitud, que tenga el control del juego y apueste por las transiciones rápidas; busca abrir siempre el campo con sus extremos y crear espacios para que Herrera se mueva cómodo en el área contraria (algo que ocurre con mucha frecuencia). Para producir ese volumen ofensivo apuesta por las proyecciones de los laterales Madrid y Céspedes; con ellos genera la superioridad por las bandas que permite que los ataques cerveceros sean masivos, porque tanto Ballón como Calcaterra son los medios interiores que también pisan terreno enemigo siempre. Ellos son importantes para el equilibrio de ese flexible 4-3-3 porque deben recular rápidamente para formar la primera trinchera defensiva en el mediocampo junto a Cazulo, hoy rejuvenecido en esa función de ‘5’, como en sus tiempos pletóricos.
Para hacer efectiva su propuesta, Salas encontró primero a los mejores intérpretes y no le tembló el pulso para priorizar el funcionamiento colectivo. Lobatón, por ejemplo, pasó a ser pieza de recambio para buscar medios con más ida y vuelta. También detectó la ausencia de un zaguero con don de mando que pudiera ordenar la zaga. Trajo a Merlo, un central que se complementa con Revoredo y permite ver su mejor versión. Esa mezcla de características en todas las líneas ofrece equilibrio y a la vez maximiza los rendimientos individuales. Queda pendiente ver a los cerveceros con ausencias importantes, sobre todo la de Herrera, que parece un engranaje indispensable para el funcionamiento de la máquina celeste.
Aprobada la primera materia, ahora la segunda tarea de Salas será lograr el primer título del año y finalmente sostener el rendimiento durante toda la temporada, de lo contrario su proyecto quedaría inconcluso porque finalmente a los técnicos se los mide bajo los frías estadísticas.