Mi abuelo fue hincha del Real Madrid y yo lo heredé. Se sentaba en la casa de Breña cada fin de semana frente a los televisores que coleccionaba para ver jugar al equipo con más Ligas de Campeones en la historia. Por aquel 1992, cuando yo nací, los ‘Merengues’ tenían solo la mitad de Champions League que tienen actualmente, pero eran ya los mejores del mundo. Por lo menos, así me lo hacía ver mi abuelo. “El mejor equipo de la galaxia”, me parece escucharlo aún como cuando se refería al Madrid.
No lo recuerdo, porque en esa época no veía fútbol, pero puedo imaginar a mi abuelo renegando la final de la temporada 1992-1993 perdiendo la liga en la última fecha: la derrota ante Tenerife, dirigido por Jorge Valdano, y la victoria de Barcelona lo desplazó al segundo lugar. O también imaginar su alegría tras ganar la Champions League del 97-98 ante la Juventus o la del 99-00 ante el Valencia. Ante todo, mi abuelo, apasionado por el fútbol, no dejaba ver ni un partido del Real Madrid.
Ni siquiera ese 15 de mayo del 2002: la final de la Champions League ante el Bayer Leverkusen, cuando las finales se jugaban los miércoles. Ese partido, que sería el último de la primera temporada de Zinedine Zidane con el color blanco del Real Madrid, sería coronado con su gol de tijera, que para muchos es el mejor en la historia de las finales de la Liga de Campeones. A mi abuelo lo puedo ver en la sala de la casa, sentado al mediodía y celebrando lo que hasta ahí era la novena Champions League.
Qué iba a imaginar, el Tata, que llegaría aún la Décima en Lisboa, la Undécima en Milán y la Duodécima en Cardiff. Más aún, qué iba a imaginar que yo estaría en el San Siro viendo el último penal de Cristiano Ronaldo.
Imagino a mi abuelo delirando por el equipo actual dirigido por Zinedine Zidane. Porque al francés lo gozó siendo jugador, pero no como entrenador. Vio a Cristiano Ronaldo en sus primeras dos temporadas, pero no las últimas. En resumen, gozó al francés y al portugués separados, pero no juntos. No supo que la suma de ambos serían tantas Champions League como quisieran. Porque, seamos sinceros, con lo mostrado el último sábado el Real Madrid está a las puertas de marcar una nueva generación. La de Modric, Kroos, Ronaldo, Casemiro, Carvajal, Marcelo y, sobre todo, Zidane.
En esta búsqueda por encontrar la pieza faltante para hacer funcionar la máquina, al Real Madrid le faltaba un entrenador y ya lo encontró. “Zidane es un jugador que ha nacido para jugar en el Madrid”, dijo Florentino Pérez el 9 de julio del 2001 en la presentación del francés como jugador. Equivocado no estaba. De seguir esta adición entre el club y su actual entrenador los trofeos no dejarán de llegar, aunque él no sea la clave para eso, sino una parte más del engranaje.
Por lo pronto, a mí me queda sentarme frente al televisor -o quizá verlo en el estadio- y heredarlo a mi nieto cuando llegue el momento. El fútbol se hereda.
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