Los Halcones de Atlanta llegaron al Super Bowl LI. Una hazaña que muy pocos aficionados creyeron que pudieran alcanzar, a pesar de que el equipo fue uno de los más constantes en la temporada.
No en vano terminaron como la tercera mejor ofensiva aérea de la NFL gracias a Matt Ryan (un promedio de 295.3 yardas por juego), con Devonta Freeman terminaron como el quinto mejor ataque terrestre (120.5 yardas por partido) y una defensiva que fue de menos a más en la postemporada, liderados por Vic Beasley, líder en capturas de la liga con 15.5.
Con estos pilares, el conjunto de Atlanta jugará el segundo Super Bowl de su historia y tiene las armas necesarias para enfrentarse a los Patriotas de Nueva Inglaterra en la lucha por el trofeo Vince Lombardi.
EL PRIMER INTENTO
Fundados en 1965, los Halcones sufrieron altibajos desde sus comienzos en la NFL, donde sólo calificaron a los playoffs en cinco ocasiones y no pasaron más allá de la ronda divisional. Pero fue en 1997 cuando la franquicia comenzó una historia de ensueño.
Fue en ese año cuando llegó Dan Reeves, un entrenador que, a pesar de terminar con siete partidos ganados y nueve perdidos en su primera campaña al frente, cambió por completo la mentalidad del equipo y logró los primeros dividendos al año siguiente, donde finalizaron con catorce triunfos y solo dos reveses (la mejor marca en la historia de la franquicia) y consiguieron un boleto a la postemporada como el segundo mejor de la Conferencia Nacional.
En su camino al ‘Super Domingo’, los Halcones vencieron a los 49ers de San Francisco en la ronda divisional y sorpresivamente a los Vikingos de Minnesota, el mejor equipo de la NFL (habían terminado la temporada regular con sólo una derrota).
Pero la suerte no le correspondió a la franquicia de Georgia en el juego decisivo, en buena medida por los problemas extra cancha. Durante la semana previa al Gran Juego en Miami, el receptor Terance Mathis reveló a los reporteros que tenía problemas con la bebida y que no se sentía valorado en Atlanta, perdieron la seriedad en el día de medios cuando el esquinero Ray Buchanan apareció con un collar de perro y el safety Eugene Robinson -líder de la defensiva y considerado el jugador más respetable del equipo- vivió un momento de tensión cuando fue arrestado un día antes del juego por intentar contratar los servicios de una prostituta, por lo que tuvo que pagar una fianza para poder salir.
Estas distracciones repercutieron en el desempeño de los jugadores ante los Broncos de Denver en el Super Bowl XXXIII: el mariscal de campo Chris Chandler lanzó para 219 yardas, un touchdown y tres intercepciones; Robinson fue ‘quemado’ y permitió que Rod Smith recibiera un pase de 80 yardas y anotara y los Halcones de Atlanta cayeron 19-34 ante John Elway, Darren Sharpe y compañía, que sellaban el bicampeonato en la NFL.
Al finalizar el partido, Dan Reeves declaró que no hizo un buen trabajo al intentar hacerlos entender que no sólo llegar al Super Tazón es lo que importa y, aunque las distracciones son dolorosas, perdieron contra un mejor equipo.
Desde ese año, los Halcones lograron calificar a la postemporada en siete ocasiones más, incluida la de este año. Una revancha que tiene el equipo de Atlanta contra su pasado.