“Me siento niño en cualquier momento en el que estoy en la montaña”. Así nos responde Joaquín Valdivia. Como si sus hazañas fueran parte del recreo. A sus 11 años tiene claro que su diversión va más allá de los juguetes, un balón o los cubos de Rubik que tan bien arma. Su disfrute está en enfrentar a la naturaleza y coronar nevados altos, fríos, exigentes y hermosos.
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Joaquín ha crecido siendo vigilado por el Huascarán. Vive en Huaraz y ahora ve los nevados con otros ojos. Quiere llegar a la cima. Descubrir qué se respira allí. A pesar de su corta edad se entusiasma al pensar en que pronto estará coronando los principales picos del país. Y ya empezó con sus primeros pasos.
Hace poco menos de un mes, el pequeño pero fuerte Joaquín llegó a su primera cumbre: la del Nevado Pisco que está 5.752 metros sobre el nivel del mar y el último fin de semana lograron subir al Pico Mateo a 5150 metros. La imponente Cordilla Blanca. La exigencia fue máxima, pero la alegría de llegar también, para quien recién está cursando el sexto grado de primaria.
“Lo hago porque me gusta, porque es bonito conectar con la naturaleza y en el futuro me gustaría ser guía de montaña profesional”, nos dice, con inocencia.
Empezó a practicar el montañismo cuando su madre le propuso agregar “algo más de aventura” a sus actividades. La señora Jenny Rodríguez empezó hace unos años una nueva relación con un estudiante de guía de montaña y así esta disciplina llegó a sus vidas. “Empezamos a hacer caminatas y me gustó. Ellos no me presionan, lo hago porque me siento bien y siento que voy a exigir a mi cuerpo y mente en nuevas aventuras”, dice Joaquín, sobre cómo son sus días hoy.
Y encuentra la motivación en descubrir nuevas imágenes para ese álbum de recuerdos tan grande que tienen todos los niños. “Cuando llegas a tu destino te sientes feliz y te olvidas del cansancio. Solo lo disfrutas y es una satisfacción muy grande”, nos comenta.
Tiene once años y también practica la escalada, tanto en palestra como en rocas. Ya ganó dos torneos locales y apunta a llegar lejos también en este deporte.
Fue escalando cuando se dio cuenta de cómo enfocar cada actividad en la que estuviera. “Cuando tenía siete años estaba empezando con la escalada y recuerdo que lloré a mitad de la roca. Eso me marcó más o menos. Desde ese día me propuse que al hacer algo siempre debo llegar a la cumbre”, nos dice con voz de niño y la madurez de un deportista consagrado. A eso apunta.
—Los retos—
Su madre compartía con él juegos de fulbito y básquet hasta que llevaron la pasión por el deporte a otro nivel. Breve historia: Jenny conoció a su actual pareja hace unos años y empezaron con el montañismo porque él está estudiando para ser guía profesional. Preparados y cuidados por Harold Toledo, tanto ella como Joaquín dieron sus primeros pasos en breves paseos a lagunas cercanas. Ahora sus retos son mayores.
“Empezamos a salir a las lagunas cuando él tenía siete u ocho años. Le empezó a gustar. Como era pequeño y se corrían riesgos por la altura, lo fuimos llevando de a pocos. Llegábamos a las bases de los nevados y veíamos que su corazón no sufría cambio alguno, no se alteraba y estábamos a unos 4.800 metros de altura”, recuerda mamá Jenny, orgullosa.
Por eso, ahora ya empezaron a subir nevados. Su primer gran reto fue llegar al Paso El Zorro, a casi 5.000 metros y luego, hace tres semanas, llegaron a coronar el Nevado Pisco, que está a 5.700 m.s.n.m. “Es una satisfacción muy grande. En el camino pensaba que si ya subí varias lagunas y me gustaba, ¡cómo sería mi primer nevado! Así me fui enfocando”, nos cuenta Joaquín, quien sube luego de ser evaluado por Harold para no poner en riesgo su salud. “El cuerpo y la mente se cansa, pero tienes que ir pensando que sí puedes. En la montaña es así: o lo haces o te quedas”, reflexiona.
Por eso ahora se prepara para nuevos retos. Tiene en mente nevados de mayor complejidad y en estas vacaciones escolares aprovechará para concretarlas.
“Porque la montaña no se conquista, nos conquistamos a nosotros”, se lee en una publicación en las redes sociales de Harold y es lo que demuestra esta familia. Joaquín sabe que tiene mucho por conquistar y ya se ve que a los 14 años estará en el Huascarán.
La Cordillera Blanca acompaña sus sueños y él se prepara para estar a la altura de cada reto que se le presente. Es un niño que le demuestra a todos que, con convicción y entrenamiento, no hay altura que le quite el oxígeno y ni nevados que enfríen sus sueños.
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