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El interés del antiguo campeón mundial de los pesos pesados en esta industria, en la que muchas otras celebridades han fracasado, surgió de su propia experiencia consumiendo sustancias psicotrópicas. En su caso, no podría haber sido más positiva y hoy, con 56 años, fuma cannabis y consume setas alucinógenas a diario.
Lejos de considerar que esto podría afectar a su rendimiento si alguna vez se animara a volver al ring -aunque él jura que su pelea de exhibición con Roy Jones Jr. fue la última de su carrera-, Tyson cree que el cannabis le habría ayudado a controlar su agresividad en el ring.
"Para mí, el cannabis es bueno a la hora de entrenar. Me gustaría haber fumado cuando aún competía. Realmente perdí una buena oportunidad desde el punto de vista de un atleta", aseguró este jueves en una entrevista al Daily Star.
Según sus cálculos, al mes fuma cerca de 50.000 dólares de su propio suministro y jura que el consumo regular de veneno de sapo es la razón por la que había conseguido perder más de cuarenta kilos para volver a boxear temporalmente.
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En 2017, Tyson probó suerte en el negocio del cannabis abriendo su propia granja en el sur de California, pero el proyecto falló por problemas con los directivos y los agricultores. Eso no le hizo perder el ánimo y ahora ha creado un pequeño imperio que muy pronto ampliará construyendo un complejo vacacional de 418 acres, que espera que sea el hogar de un festival de música que compita eventualmente con Coachella. También incluirá un hotel de lujo, una zona de camping y la Universidad Tyson, donde se enseñarán los secretos del cultivo de cannabis.