En múltiples ocasiones en 2020, elogiamos al receptor veterano Larry Fitzgerald por tener la presencia de ánimo de correr el balón de vuelta al lugar correcto para que los Cardinals pudieran hacer otro juego rápidamente mientras los segundos valiosos se agotaban. Otro receptor que lleva el mismo número que Fitzgerald se beneficiaría significativamente al seguir el ejemplo que estableció durante su carrera, en más de una forma.
El receptor de los Steelers, Chase Claypool, después de hacer una recepción clave en cuarta oportunidad mientras los Steelers intentaban anotar un touchdown que, con una conversión de dos puntos, habría forzado tiempo extra en Minnesota, celebró el logro. Mientras tanto, tic... tac... tic... Un compañero tuvo que arrebatarle el balón a Claypool, quien parecía ajeno a la razón de obtener el balón de sus manos. Luego se desprendió, con el ala cerrada Pat Freiermuth recuperándolo y entregándolo a un oficial para que pudiera ser colocado.
La jugada terminó con 38 segundos restantes en el tiempo reglamentario. Los Steelers finalmente detuvieron el balón a falta de 24 segundos para jugar.
La demora le costó a los Steelers al menos otro intento en la zona de anotación. Tal vez dos.
Fue el segundo error de Claypool esa noche. Después de una llamada innecesaria de rudeza en el primer cuarto, que ocurrió cuando metió el dedo en la cara del esquinero de los Vikings, Bashaud Breeland, Claypool terminó en el banquillo por un tiempo.
Después del partido, el entrenador de los Steelers, Mike Tomlin, fue preguntado si Claypool recibió el mensaje. "Ya veremos", dijo Tomlin.
Lo hicimos. No entendió una situación crítica y le costó a su equipo en el momento clave. La derrota reduce drásticamente las posibilidades de Pittsburgh de llegar a los playoffs.
El equipo no debería sorprenderse. Un artículo en Steelers.com de marzo se refirió a Claypool como "teniendo un cociente de diva". Ese aparente atributo se convirtió en el denominador común en un par de momentos clave el jueves por la noche.