En este momento su caso no es una novedad para el beisbol mexicano, ya que son constantes las firmas de mexicanos, pero sí tiene en su brazo izquierdo, en su mente, en su carácter y en su familia, convertirse en una gran noticia para la pelota tricolor. Saúl Vázquez se convirtió en uno de los varios jóvenes mexicanos que son vistos como peloteros con la calidad para aspirar a tener una carrera en el beisbol de los Estados Unidos, una en la que solo unos cuantos tendrán como recompensa el alcanzar las Grandes Ligas.
"La verdad nunca creímos que iba a llegar a jugar profesional y ahora estamos en esta situación", asegura Erick Vázquez quien es originario de Mérida, Yucatán, y quien, con voz cortada, no guarda la felicidad de ver a su hijo, Saúl, firmar con los Cachorros de Chicago, para incorporarse a su sistema de sucursales.
Saúl inició en el beisbol a los 6 años cuando jugaba como jardinero en una liga local de su natal Mérida. Años después, durante un partido, esas facultades llamaron la atención de los Leones de Yucatán y fue ahí donde Raúl Ortega, scouts del conjunto melenudo, decidió integrarlo como un prospecto.
Con apenas 14 años, Saúl ya se fijaba metas a corto y largo plazo. Las horas de entrenamiento se intensificaron con el propósito de cumplir con su objetivo: vestir la franela del primer equipo.
Pero las cosas fueron más allá de lo que él y su familia pensaban. Después de dos años de proceso, Saúl tuvo un cambio en su vida cuando jugaba en la Liga Peninsular. Sus condiciones como pitcher lo llevaron a interesarle a un grupo de personas que pertenecían al equipo de scouts de los Cachorros. Y durante casi un año, Saúl fue visoreado y el pasado mes de julio tomaron la decisión de firmarlo.
El padre de Saúl recuerda que después de darle la noticia, platicaron con su hijo sobre la posibilidad de irse. Con alegría por verlo crecer pero con la tristeza de desprenderse del mayor de sus cuatro hijos, las cosas no han sido fácil.
"La verdad recuerdo exactamente ese momento. Fue muy emotivo porque fue un abrazo lleno de emociones, como si estuviera abrazando a uno de mis hijos recién nacidos", dijo Erick, quien aún no cree la partida de su hijo a las sucursales de un equipo de Grandes Ligas.
De jardinero a pitcher
Hay decisiones que pueden cambiar todo. Y Saúl es un ejemplo. El zurdo jugaba como jardinero y es ahí donde más a gusto se sentía, pero llegó el momento de probar otra posición. Curiosamente, esa decisión es la que cambió el panorama.
Saúl asegura que desde sus inicios no le gustaba ser pitcher, incluso, señalaba que no tenía las condiciones, pero su papá lo motivó a que ya no fuera jardinero y se volviera lanzador. Fue precisamente cuando llegó a los Leones que tuvo que dejar los jardines para enfocarse en su nueva posición, algo que agradece porque fue el lugar que le permitió llegar a donde está
"No era de los mejores. Me acuerdo que mi papá me decía que cambiara de posición. No me gustaba pichar, era muy descontrolado pero fue algo que me facilitó todo lo que estoy viviendo y lo que voy a vivir. El ser zurdo también ha sido algo que me abrió las puertas más rápido", mencionó Saúl, quien destaca la velocidad de sus lanzamientos.
Ya con un contacto más cercano con los Cachorros, donde tuvo la posibilidad de visitar las instalaciones y conocer a algunos de sus nuevos compañeros, quedó sorprendido por la dimensión que tiene un equipo y sus sucursales. Todo eso es ahora un motivo más que lo impulsa a luchar por ese objetivo, a pesar de la dificultad de dejar a su familia y todo lo que se requiere para llegar a debutar en las Grandes Ligas.
"Es un camino muy largo, pero quiero subir pronto allá y no estancarme, empezar a destacar. Lo más difícil es estar lejos de la familia, lejos de casa, pero eso no me impide el luchar por mis sueños".
El joven admirador de Madison Bumgarner y Clayton Kershaw, pitchers de Gigantes y Dodgers, espera seguir los mismos pasos de ambos, o por qué no, encontrarse con alguno de ellos en un diamante. Así comienza el camino de Saúl, el mismo que han tomado muchos mexicanos que parten del mismo lugar con las mismas ilusiones donde cada uno ha decidido su destino.