Observando su despliegue físico en los últimos choques que ha disputado, cuesta creer que, a finales del pasado mes de diciembre, el joven Yeray Álvarez (22 años) tuviese que ser operado de urgencia para extirparle un tumor detectado en uno de sus testículos. Cuando se comunicó la noticia, y pese al optimismo que trataban de transmitir los médicos del Athletic Club, casi todo el mundo creía que el jugador no volvería a pisar un terreno de juego hasta el curso que viene, pero lo cierto es que, apenas mes y medio después, el zaguero ya había dejado atrás los problemas físicos y competía en plenas facultades.
Su vuelta y, en especial, su total y absoluta recuperación, representaron una excelente noticia no sólo para su club, también para un fútbol español en el que comienzan a escasear los centrales de primer nivel. Y es que, pese a que apenas acumula una treintena de partidos en la máxima categoría, el vizcaíno ya ha dado muestras de que tanto su talento como su capacidad física están a la altura de lo que en un futuro no muy lejano puede requerir la Selección Española.
Forjado en la inagotable cantera de Lezama, el de Barakaldo ha llamado especialmente la atención por su manera de entender el oficio de defensa. En esta época en la que un central es juzgado casi exclusivamente por su habilidad para sacar el balón jugado, Yeray ha despuntado por su espectacular capacidad de anticipación, su dominio de los espacios, su convincente juego aéreo, su destreza para lanzarse al suelo en el momento justo, sus despejes imposibles y sí, también su competencia para salir con la pelota pegada al pie cuando el juego así lo requiere. Que le hayan comparado ya con el mítico Carles Puyol no es, ni mucho menos, una osadía.
Aunque es probable que, como cualquier jugador, cometa errores en el futuro, cuesta encontrar por el momento alguna debilidad evidente en su juego. Queda por ver cómo soportará la presión cuando los focos comiencen a iluminarle con mayor fuerza, un mal trago que ya ha pasado cierta factura a su compañero Aymeric Laporte, o si será capaz de mantener el nivel cuando su equipo atraviese una mala racha, pero por el momento su imagen apenas ofrece fisuras. Es más, mientras siga entendiendo así su oficio y continúe disfrutando de él, su carrera no correrá peligro.