“Uno de los problemas del tenis es que estuvimos muchos años preguntándoles a Federer y Nadal qué cambios había que hacer en el deporte. Por lo general los que dominan no quieren cambios: quieren que todo permanezca igual. Es a los fanáticos a los que hay que preguntarles qué tipo de cambios prefieren”, admitió en su momento Stacey Allaster, directora del US Open. Una realidad que detectó en el tenis y que dado el caso se repetía en la F1. Nadie puede negar que la Fórmula Uno, en materia de aficionados, vive un renacimiento. Es difícil que la pasión crezca en temporadas dictatoriales como las que ha vivido la categoría en el presente milenio, pero hoy no cabe duda que lo ha conseguido. Primero reinó la tiranía de Michael Schumacher, que logró los títulos del 2000 al 2004, la cual fue destronada por el bicampeonato de Alonso. En el 2010 iniciaría el cuatrienio de Vettel para luego pasar a la monarquía de Lewis Hamilton, que ganó siete de los ocho títulos disputados entre del 2014 al 2020. Así mientras estos reinos absolutistas se sucedían atrás venía la generación de recambio esperando su momento. Ahí estaba Verstappen primero a trompicones, luego a trompones y ahora con contundencia. Su llegada a la corona no ha significado solamente nuevos tiempos en la división sino todo el circo que lo rodea.
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Hasta hace unos años la afición de la Fórmula Uno eran cuarentones, hombres y principalmente europeos. La división se dio cuenta que corrían un serio riesgo de supervivencia si no ampliaba el espectro de seguidores a peligro de que sus fanáticos comenzarán a extinguirse. Hoy los últimos reportes de audiencias revelan que uno de cada tres aficionados de la Fórmula es menor de 24 años. Algo inédito hace diez años. ¿Qué cambió? La llegada de Liberty Media. Tras 40 años de estar bajo el dominio de los derechos de transmisión del británico Bernie Ecclestone, el consorcio norteamericano televisivo entró a la división para dinamizarlo todo. Empezaron a abrirse a las redes sociales, algo que hasta el 2016 no pasaba con la categoría, y a abrir la trastienda de la división a Netflix con la docuserie “Formula 1: Drive to Survive” donde se mezcla el drama de la competencia, la dedicación a la tecnología y los culebrones egocéntricos de pilotos y todo el harem que los rodea.
“El éxito de Drive To Survive se debe a que cuenta con un gran elenco de personajes. Para ser un piloto de Fórmula 1, para ser uno de los 20 mejores pilotos del mundo, tienes que tener algo en tu carácter, y ya sea un Lewis Hamilton o un Daniel Ricciardo, todos son muy diferentes, todos son muy complejos a su manera, y todos manejan la presión a su manera”, dice Paul Martin, uno de los directores ejecutivos de la serie. El renacimiento de la categoría, en niveles de audiencias y asistencias a los circuitos, es producto que la división supo leer los nuevos tiempos y plantear una estrategia para capturar a nuevos aficionados. Entonces aquí, en este nuevo escenario, es donde el duelo de estos dos veinteañeros como Verstappen y Leclerc toma mayor protagonismo en esta inusitada escalada de cada vez programar más callejeros. La categoría está cambiando para bien de su supervivencia y para el dolor de los puristas. Transformación le dicen. La F1, el show más grande del mundo, no podía estar ajeno a ello.
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