En la Villa Olímpica de París aún corren los vientos de Stefano. Los anhelos de su niñez, sostenidos por los esfuerzos de mamá María Elena y la constancia de papá Pablo, han dado frutos y El Comercio estuvo presente para contarlo primero. Ahora, tras una hora de viaje, esperamos en el Village Hall al héroe nacional que volvió a inspirar con el olimpismo al Perú. Por WhatsApp me responde: “En camino”. Y sí, Peschiera siempre está en el camino correcto.
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Al paso de unos 20 minutos, llegó un grupo de deportistas todos vestidos de rojiblanco. María Belén Bazo, Nicolás Pacheco, Alonso Correa y Evelyn Inga estaban paseando por la Villa Olímpica y se dieron un tiempo para acercarse a saludar a la poca prensa peruana que estaba presente. ¡Qué honra!, decía dentro de mí. Son olímpicos, todos están dentro de los 8 mejores del mundo en sus deportes, son únicos. Bromeamos con Evelyn sobre su nueva faceta de influencer, felicité a ‘Mabe’ porque hace dos días cumplió años, Alonso me preguntaba qué deportes estaban interesantes para seguir ese día (viernes 9). Están entre los mejores del mundo de cada uno de sus deportes, pero también son maravillosos seres humanos.
Pasaron unos minutos más y vi a lo lejos la figura de Stefano. Le daban indicaciones de los medios que debía atender en breve, se le notaba concentración en el rostro. La medalla de bronce le colgaba del cuello, símbolo de su orgullo, y que es lo más preciado para este momento. “¡Hola Stefano! Felicitaciones por tan grande logro. Eres un crack”, le decimos. Stefano es un tipo agradecido con la vida, con la gente que lo respeta, que confía y así lo fue también esta vez.
Llevamos al medallista a los exteriores de la Villa, ese era nuestro lugar para la entrevista. “Posen para la foto”. Nicolás y Alonso estaban caminando por ahí cerca y se sumaron al momento. “Ustedes cojan la medalla, porque esta es de todos”, dijo Peschiera a Pacheco y Correa, un momento que explica su grandeza como peruano y olímpico.