En 2012, en una repleta sala de conferencias del Parque Olímpico de Londres, después de haberse convertido en el deportista más laureado de la historia (22 medallas y 18 de oro), Michael Phelps anunciaba su retiro.
“No me volverán a ver en el agua. Alcancé mis objetivos. He pasado tanto tiempo de mi vida en una piscina que no volveré a tirarme, ni por diversión”. No dejó dudas Phelps, que empezó a dar la vuelta al mundo para jugar a golf, arriesgarse con el póker y expandir su marca.
Pero tanto echó de menos el cloro que comenzó a desviar el camino. “No hacía nada, no me divertía”, dijo. En ese periodo, engordó 18 kilos y empezó a beber. Dio positivo en un control de alcoholemia. Lo que parecía un desliz del deportista se fue convirtiendo en una adicción.
Así, en septiembre de 2014, después de haber restablecido sus entrenamientos, un control policial le pilló conduciendo ebrio y con exceso de velocidad. Fue sancionado seis meses y se quedó sin poder participar en el Mundial. El nadador, como confesó su entrenador meses después, pensó en el suicidio. El de Baltimore acudió a un centro de rehabilitación durante 45 días.
Meses después, ya preparando Río, el estadounidense anunciaba que sería padre junto a su novia Nicole Johnson. Un motivo más. El Tiburón logró la clasificación en tres pruebas (100 y 200 mariposa, y los 200 estilos). Además, en la Piscina Olímpica también competirá en el relevo 4x100 estilos y es muy probable que lo incluyan en el 4x200 libre. Aspira a superar los 20 oros. Tiene 18.