A Glenn Cunningham le llamaban el “Volador de Kansas”, un corredor norteamericano de medio fondo que ostentó en 1938 el récord mundial de la milla, pero su vida como atleta no habría pasado a la historia si no hubiera sido por su historia personal previa.
Glenn es considerado por muchos expertos como el Mejor Corredor de una Milla en Estados Unidos. Nació en agosto de 1909, en Kansas, y comenzó a correr cuando era pequeño, tras superar dos años de convalecencia, consecuencia de un accidente.
Comenzó a llamar la atención en su último año de secundaria, en el que ganó varias carreras de la milla. Ya en la universidad conquistó dos títulos de la NCAA y ocho títulos nacionales de la Unión Deportiva Amateur. Compitió en los Juegos Olímpicos de Los Ángeles en la disciplina de 1500 metros; sin embargo, no consiguió alcanzar el podio y quedó en cuarta posición.
Su mejor año deportivo fue 1933, cuando se impuso en el campeonato nacional de la AAU y logró 20 victorias consecutivas en una gira europea. Fue galardonado con el Premio James E. Sullivan, como Mejor Deportista Amateur de Estados Unidos.
En su segundo intento olímpico, en Berlín 1936, tuvo mejores frutos, aunque con sabor agridulce. Consiguió batir el récord mundial existente en 1500 metros, pero fue superado por el neozelandés Jack Lovelock, por lo que tuvo que conformarse con la plata.
Hasta este momento, la historia de Cunningham podría ser como la de muchos otros atletas, pero para entender la dimensión de su vida hay que remontarse a 1917, cuando sólo tenía 8 años.
Glenn y su hermano de 13 años ganaban una propina trabajando en la cocina de la escuela, pero un accidente de cambiaría la vida. Una mañana, el encargado del reparto confundió las garrafones y dejó gasolina en lugar de queroseno, un líquido que utilizaban en la estufa. Cuando los pequeños Cunningham la encendieron hubo una tremenda explosión seguida de un incendio.
Su hermano mayor murió y Glenn sufrió graves quemaduras en las piernas. Perdió todo el músculo de rodillas y espinillas, así como los dedos del pie izquierdo, entre otras lesiones. Ante este panorama, los doctores propusieron la amputación de ambos miembros inferiores, pero Glenn y sus padres se opusieron a la intervención.
A pesar de que los médicos aseguraron que nunca volvería a caminar, una nueva terapia, los masajes diarios que sus padres le hacían y su propia determinación, hizo que sólo 2 años después, en 1919, volviese a andar.
Poco tiempo más tarde descubrió que cuando corría, sufría menos que cuando sólo caminaba, así que comenzó a correr a todas partes.
Cuando los Juegos Olímpicos de 1940 fueron suspendidos por la Segunda Guerra Mundial, Cunningham se retiró del atletismo y fue director deportivo del Cornell College, en Iowa, durante cuatro años.
Varios años más tarde, él y su esposa abrieron el Glenn Cunningham Youth Ranch, en Kansas, un rancho donde ambos ayudaron a más de 10 mil niños necesitados y maltratados. Murió en marzo de 1988.
AVV