¿Puede un equipo pasar en apenas siete días de una producción tan pobre como la que ofreció ante Hurricanes a una muy superior -que tuvo pasajes de excelencia en el primer tiempo- como la que cumplió ayer frente a Waratahs? Por lo que se observó en Vélez, está visto que sí. Pero también en Liniers se ratificó una vez más que más allá de las virtudes físicas, técnicas y tácticas o estratégicas, en el rugby manda la cabeza. Y así, cuando la actitud es diferente a la que se mostró contra la poderosa franquicia neocelandesa, ni siquiera un equipo como el australiano, que llegó a Buenos Aires invicto y con figuras como Hooper, Folau o Beale y hasta con un entrenador como Daryl Gibson que fue un All Black, puede ser un escollo imposible de superar.
Jaguares resultó otro equipo. Diametralmente opuesto. Es cierto que el primer try de Emiliano Boffelli (salida de Foley, recepción de Ortega Desio, bostezo largo de todo el equipo adversario, pase para Alemanno y habilitación justa para el rosarino) llegó cuando apenas se habían jugado 16 segundos y ello dio una dosis extra de confianza. Pero además del oportunismo y la eficacia -ratificada después con los otros tries apoyados por Boffelli, Joaquín Tuculet, Nicolás Sánchez, Bautista Delguy y Matías Orlando-, la franquicia argentina tuvo lo que no había mostrado en sus tres presentaciones anteriores en el Super Rugby 2018: obtención de la pelota desde las formaciones fijas y convicción para llevar adelante un juego en el que los forwards resultaron fundamentales para abrir los espacios que utilizaron los backs.
Sin embargo hubo un aspecto del juego en el que Jaguares se apoyó para terminar logrando esa victoria por 38 a 28 que le puso fin a la racha de tres derrotas al hilo: el tackle. Esa fue la bandera del equipo y Kremer, el abanderado en esa actitud de ir abajo a derribar al rival con determinación. Sus 17 tackles marcaron un número impresionante de un jugador que fue corrido de la segunda a la tercera línea y que rindió de una manera admirable. Pero él no fue el único que se lució. ¿Cómo no hablar de Lavanini, otro que tackleó a destajo (12) y que, por fin, controló sus impulsos durante los 80 minutos? ¿Cómo no hacer referencia a Creevy que, como siempre, hizo un gran partido y fue determinante a la hora de la recuperación? ¿Cómo no nombrar al tándem Sánchez-González Iglesias, firme para defender pero, sobre todo, clave para distribuir los ataques?
Es cierto que Waratahs no fue el Waratahs que esperaba disfrutar la escasa cantidad de gente que se acercó al José Amalfitani. Pero Jaguares tuvo mucha culpa de que fuera superados en las formaciones, de que abusara del off load, de que tomara malas decisiones, de que la defensa resultara muy floja y de que haya jugado en un estado de nerviosismo casi absoluto y desconocido para un conjunto australiano.
Al final se perdió el punto bonus ofensivo porque una distracción y un error táctico (se regaló la pelota en una salida) aparecieron después de tanta intensidad y en tres minutos la visita marcó 14 puntos por los tries de Dan Palmer e Israel Folau y las respectivas conversiones de Foley. Claro que ese cierre no debe empañar lo anterior: un buen juego con los internos, la precisión para ganar metros sin perder la pelota, la actitud de ir siempre hacia adelante, el uso de sombreros o rastrones ante una defensa cerrada... Fueron muchas las virtudes. Y ahora hay que consolidarlas. Como se hizo con la cabeza, el factor decisivo que tiene el rugby para dar vuelta una página oscura.