LONDRES.- Son las once de la mañana en Londres y Garbiñe Muguruza (Caracas, 23 años) recibe a EL PAÍS en una coqueta vivienda de dos pisos localizada en Lancaster Road, cerca del complejo de Wimbledon. Por allí, sede de la multinacional norteamericana que dirige su carrera, IMG, desfila con cara de sueño su agente, el holandés Oliver van Lindock. Suena una música suave de fondo, huele a café y se ven canastos de moras y frambuesas.
En una habitación espera la última campeona en el All England Tennis Club, que apenas ha dormido una hora por la agitación del día anterior. Luce una remera blanca, deportiva, y unos pantalones tejanos. Cerró la noche en el restaurante Cambio de Tercio, barrio de Kensington. Después de ganarle a Venus Williams lo primero que hizo fue pedir un plato de jamón ibérico y sobre el mantel tampoco faltó carne, pulpo a la brasa, papas bravas y vinos españoles.
-Después de un año complicado, de mucha curva, ¿se siente de algún modo liberada?
-¿Liberada? No, no creo que esa sea la palabra. Sencillamente, estoy contenta porque venía trabajando fuerte y sintiéndome bien, y porque he conseguido algo grande, después de lo del año pasado.Estoy otra vez en una situación parecida a la de después de ganar Roland Garros, aunque comienzo una nueva etapa. Por encima de todo, quiero aprender de lo que me pasó la última vez, que no fue malo ni bueno, pero esta vez voy a intentar hacerlo mejor.
-Habla de aprender. Del triunfo de París a este de Londres, ¿qué ha aprendido exactamente?
-El año pasado, cuando gané en París, pensaba que iba a poder jugar al mismo nivel en todos los torneos. Tenía muchas expectativas y me decía: tengo que jugar así, porque si juego así lo ganaré todo. El problema es que no se juega así normalmente y me frustré un poco, así que este año mi objetivo es tomármelo con más humildad. Hoy me decían: después de esto, lo clásico es perder en la primera ronda del siguiente. [risas]. Pero no, en serio, quiero afrontarlo de otra forma e intentar llevarlo todo con naturalidad.
-Menciona la humildad. ¿Eso equivale a creérsela un poco menos?
-No. Lo que debo hacer es no estar pensando que por el hecho de haber ganado Wimbledon voy a llegar a todos los torneos y me los voy a llevar así, diciendo: esto está fácil y lo voy a repetir. Si voy con esa mentalidad perderé 6-1 y 6-1 todos los partidos. El tenis es así. Lo que pretendo es mejorar en ese sentido, ser más prudente.
-Se le achaca que no tiene regularidad, que aparece y desaparece. ¿Comprende esas críticas?
-¡Pero a mí siempre me critican! Yo digo siempre: los que me aman hoy me odian mañana. Todo depende de si gano o pierdo. Pero sí, la verdad es que sí. Si no gano me dan fuerte, me dan fuerte. En parte es bueno, pero desde hace tiempo intento no escuchar esas cosas ni estar pendiente de todo eso.
-Estas dos semanas se le ha visto más distante, con menor espontaneidad en sus intervenciones. ¿Se ha vuelto más desconfiada?
-No, porque siempre he sido muy de hablar, de compartir. Hubo una época en la que sí que vi cuatro cosas y me enfadé un poco y me dije: "Garbiñe, esto no, no, no." Pero luego se me pasó porque al fin y al cabo yo soy así, natural, y me gusta expresar lo que siento.
-Este título va a elevar el listón, le van a pedir que gane ya, otra vez, de inmediato. ¿Cómo le explicaría a la gente que eso es muy difícil?
-A ver, el tema es que cuando pierde Garbiñe parece que es algo catastrófico. Todo el mundo empieza: ¡Esta ya ha perdido otra vez! Pero no hay que ser extremista, porque no es para tanto. ¡No sé por qué la gente es así de mala. [suelta una carcajada]! No, no lo sé. Creo que en el fondo eso es algo positivo, porque significa que los aficionados tienen expectativas conmigo.
-Dice que se ve igual que siempre, que es la misma Garbiñe. ¿No cree que este segundo Gran Slam puede cambiarle un poco la vida?
-Eso de que me cambia la vida. Yo creo que soy exactamente la misma chica de siempre, la misma de hace dos o tres años, cuando todavía no había conseguido estas cosas. Es cierto que ganar Wimbledon supone algo especial, porque lo sientes, pero cuando voy por ahí y le pregunto a la gente me dicen: pues no Garbiñe, no.
-Para una chica tan emocional como usted, tan intensa, no debe ser fácil reprimirse como lo ha hecho durante este torneo. ¿Cómo logra robotizarse?
-Tienes que meter todo en un cajón, en plan: esto no, esto no, esto tampoco. Lo que debes hacer es contener un poco, calmarte, e incluso ser un poco actriz en algunos momentos. A veces, en la cancha tengo que poner cara de poker y aparentar que estoy calmada, pero por dentro estoy tensa. Es importante, porque tienes delante dos set points y se te va el partido.
-Después del éxito, ¿qué tiene planeado?
- A corto plazo lo que voy a hacer es disfrutar de esta noche, comprarme un vestido de lo más bonito y la próxima semana estaré con mi familia. ¡Tengo ganas de irme a la playa! Desde hace un mes en mi cabeza solo está Wimbledon y parece que es lo único que existe, así que ahora tengo que evadirme un poco y estar unos días un poco más relajada. Luego ya pensaré en el próximo torneo.
-Como cierre, ¿qué mensaje le enviaría al aficionado?
-Que no sean tan crueles conmigo, que soy una jugadora que se viene arriba en los grandes momentos, pero que es prácticamente imposible mantenerse así todo el año.
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