'Colibrí' subía al 'micro' con sus amigos del alma, con quienes desde niño jugó pelota en los barrios de La Victoria. Paraban siempre a tomar un jugo en un mercado de la avenida Manco Capac, y seguían su recorrido a "pura chacota" hacia la práctica de Alianza Lima.
Bejamín Rodríguez tiene el recuerdo fresco de un día cualquiera en las calles victorianas, en las que se divertía con sus socios de infancia. “Un día en el entrenamiento era un día feliz”, le dice a DT El Comercio, sin ocultar que aquella tragedia de hace 29 años lo marcó.
'Colibri' tiene gafas oscuras. Debe ser muy duro hablar de sus "hermanos" y verlos, una y otra vez, molestando a Caíco, “el niño grande” del equipo. Así recuerda el ex atacante blanquiazul al espigado arquero que en algunos entrenamientos en la cancha de Matute era acorralado por estos siete palomillas llamados 'potrillos' que formaban una banda dentro del plantel que lideraba el 'Oso' Marcos Calderón. Tumbaban a Gonzales Ganoza y le metían el pasto recién cortado dentro de la chompa con la que tapaba. “¡Ya van a ver!”, amenazaba el arquero más noble que tuvo el fútbol peruano.
El cariño de sus relatos lo obliga a amagar entre sonrisas y lágrimas, la nostalgia vive con él desde el accidente, y confiesa que tiene presentes a los ‘potrillos’ durante toda su vida y no solo cada 8 de diciembre. ‘Colibrí’ sabe que una lesión lo obligó a quedarse en Lima y no viajar a Pucallpa. Por eso prefiere enfocarse en los buenos recuerdos, que a veces parecen quedar escondidos detrás de una desgracia que, casi tres décadas después, seguimos lamentando.
Piensa en ese primer camarín sin los ‘potrillos’, en el silencio, las caras nuevas y, sobre todo, en el vacío que sentía. Pero lo verdaderamente duro vino después, “salir a la cancha fue peor, ver el estadio lleno nombrándolos y cantando, fue muy emotivo. Yo caminaba y las lágrimas se me caían”, dice el jugador que al final de cada entrenamiento no podía contener el llanto.
“Mi juventud cambió totalmente, me hizo madurar más rápido”. Con solo 22 años, la vida de Benjamín ‘Colibrí’ Rodríguez cambió repentinamente. Había convivido con los ‘potrillos’ como en una familia y ya no estaban. Jugó en Alianza hasta 1990, vistió las camisetas de otros clubes del fútbol local, pero su vida quedó congelada en diciembre de 1987. “Todo el mundo dice que la fiesta continúa, pero no es tan fácil. La fiesta no es la misma, ya no es con salsa sino con balada. La música va por dentro”.