Como barristas de saco y corbata.
Las declaraciones de Tito Ordóñez son, por lo menos, inquietantes. El delegado de Alianza Lima argumentó que la decisión de apagar las luces en Matute para evitar que Universitario celebre y sea premiado como corresponde, no fue del club. Señaló que fue más bien una decisión ajena a ellos, de las autoridades.
Es decir, fueron las autoridades quienes de manera espontánea -porque si fue planeado debió existir un plan de seguridad para los aficionados-, para evitarle una vergüenza deportiva al cuadro íntimo y priorizar la seguridad de los asistentes, dieron la orden de dejar sin iluminación al estadio victoriano. Bajo riesgo de que, en realidad, se ponga en juego la integridad física de los 30 mil hinchas en las tribunas, entre ellos menores de edad.
Si la decisión, pongámonos en la cabeza de Ordóñez, fue de las autoridades, el primero en oponerse debió ser Alianza Lima. Velar por la seguridad de sus hinchas, se supone, está por delante de todo en lo que, finalmente, es un espectáculo deportivo.
Sí, es cierto. Existen reglamentos y jurisdicciones en las responsabilidades. Intrincados legales que seguramente los absolverán de responsabilidad. Pero también está el hincha. Y está la vergüenza y el ridículo que implica hoy para la institución a nivel internacional.
Si la decisión de dejar a oscuras a 30 mil personas a riesgo de una tragedia fue de las autoridades, el grave error no debería pasar como anécdota. A estas horas ya los responsables deberían pronunciarse de manera oficial y la celeridad en las investigaciones debería ser un denominador común.
¿Cómo entraron las bengalas a las tribunas?
¿Por qué Universitario llevó a la cancha a personajes como el ‘Puma’ y Piero Alva para exacerbar los ánimos?
¿Por qué los trabajadores de prensa de Alianza Lima llevaban banderas atadas al cuello simulando ser hinchas?
¿Por qué se dio el incidente previo entre jugadores de Universitario y al parecer miembros de seguridad del escenario?
¿Por qué había tanta gente en la cancha?
¿Por qué incluso trabajadores de ambos clubes protagonizaron riñas en el campo?
¿Quién lanzó la bengala a la cancha cuando los jugadores cremas celebraban ya con el estadio casi vacío?
¿Por qué quienes gobiernan un club tan grande y de tanta historia como Alianza Lima no estuvieron a la altura para decidir mejor y defender la integridad de sus hinchas? Qué hizo la Liga 1 para prever un escenario tan ridículo como el que finalmente se dio y cuánta responsabilidad tiene la Federación Peruana de Fútbol en una final que corona el improvisado torneo que nos tocó disfrutar -o padecer- este 2023?
Cuántas cabezas deben rodar en La Victoria para que las decisiones vuelvan a estar a la altura de los colores de Alianza Lima.
¿A quién en su sano juicio le parece que un apagón es la decisión más segura para velar por la integridad del espectáculo, de los asistentes y de los futbolistas?
Felizmente, el otro lado de la moneda fueron los jugadores. Dándose el abrazo reconciliador y las felicitaciones respectivas más allá de los colores y la frustración de perder la corona en casa. Jugadores como Ballón, Barcos y otros tantos dieron cátedra de que es posible desterrar la violencia con actitudes de honor y grandeza, acciones a la altura de los clubes.
No con apagones que además de luces, pudieron apagar vidas.
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