A pesar del papelón de la noche del miércoles (y las inevitables consecuencias que traerá) es un acto de mezquindad absoluta no reconocer como una buena noticia que dos clubes peruanos (Universitario de Deportes y Sporting Cristal) continúen con vida en un torneo internacional.
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Pareciera que algunos acabasen de descubrir que la Copa Libertadores se encuentra dos escalones arriba de la Copa Sudamericana. Quienes miran con desprecio al certamen que unos añitos atrás nos llenó de orgullo -¿les suena Cienciano?- , quizás consideran que la Liga 1 es uno de los campeonatos más prestigiosos del continente, que lo disputan instituciones sólidas y se juega en estadios inteligentes, con campos que parecen mesas de billar e instalaciones que brindan extrema comodidad a sus asistentes. Probablemente también crean que el presidente de la federación es una persona impoluta, respetada, que nunca ha sido vinculada con problemillas legales como la reventa de entradas.
De ese fútbol que tan orgulloso nos pone, dos clubes siguen en carrera en la Sudamericana. Universitario, el más popular de los equipos concursados, se deshizo de rivales de Argentina y Colombia. En tanto, Sporting Cristal le planteó dura batalla al súper River de Demichellis y le hizo pasar un sustazo al poderoso Fluminense.
En este mismo rincón, semanas atrás, escribí que los clubes nacionales habían experimentado una mejora en relación a ediciones anteriores. Ello, sin embargo, no significa que hayan alcanzado el mejor de los mundos. Alianza despertó esperanzas luego de su triunfazo en Paraguay, pero rápidamente se desinfló y le dijo adiós a la Libertadores con una goleada en Brasil. Las razones del descalabro son diversas: la -¿inesperada?- cantidad de lesionados (Peruzzi, Andrade, Sabbag, Zambrano, Costa), la inexperiencia de su técnico y no haber aprovechado el mejor momento económico de su historia. Se usó dinero en contrataciones que no aparecieron, incluyendo el capricho de fichar a un irresponsable Christian Cueva. ¿Quién responde por esto, Chicho Salas, el director deportivo, el cuerpo médico, el Fondo Blanquiazul?
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A Melgar, víctima aún del síndrome Lorenzo, le costó asumir que la Libertadores está en otro nivel, mientras Vallejo -como tantos otros equipos chicos- fue víctima de su falta de ambición.
La mejor impresión la dejó Cristal. Tras el cortocircuito entre Nunes y Yotún, el emblema se puso por encima de intereses personales y todo cambió. Entusiasma su juventud (Solís, Alarcón, Pretell, Grimaldo, Távara, Castillo), desparpajo y hambre de triunfo. Universitario, por su parte, consiguió detener a tiempo su caída y sacó petróleo de su figura más promisoria: Piero Quispe.
Celestes y cremas están unidos por un rasgo que, en el resumen, fue fundamental: la experiencia de sus entrenadores. Como diría Cantinflas, ahí estuvo el detalle.