Para algunos, la hora del desayuno; para otros, la hora del almuerzo. No hay pierde. Alianza Lima ha vuelto a disfrutar de un festín en casa. Los paladares blanquiazules están más que a gusto, no solo por haber saboreado nuevamente la miel de la victoria, sino también por una buena comilona en la hora punta, como su tradición íntima manda.
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En La Victoria, Alianza Lima acostumbra a jugar en las tardes -3:30 p.m., su programación favorita- y nada indicaba que el duelo contra Sport Huancayo sea la excepción. Pero así ha sido.
A las 11:00 a.m., un horario realmente inédito para los aliancistas, comenzó a rodar el balón en el Matute. Pero ya desde un par de horas antes las puertas del estadio se abrieron para que los hinchas puedan degustar de un rico desayuno criollo en los interiores. Y nada mejor que desayunar en casa, con la familia.
Largas colas para recoger un tamal; hamburguesas, butifarras, choripanes y bebidas calientes por doquier; apetito palpable en el público… todo adornó el desayuno grupal en La Victoria. “Los makis del partido pasado estuvieron ricos. Y ahora estaba muy bueno también el tamal”, pronuncia una mujer que llegó mucho tiempo antes con la intención de desayunar ahí.
Algunos hinchas que aguardaban desde temprano afuera del estadio prefirieron superar el hambre y el frío de otra forma: unas latas heladas de cerveza en vez de un capuchino antes de ingresar.
De igual forma, el invierno prácticamente no existe en Matute. Apenas y hay rastro del frío. El cálido fervor de los hinchas así lo permite. Por ello, unas ‘heladitas’ no hacen mal a nadie y eso justamente porque la fiesta siempre está presente cuando Alianza Lima juega en casa.
Ya embutidos con su buen banquete mañanero y calientitos con su infusión -o también sus ‘heladitas’-, los hinchas pudieron disfrutar con tranquilidad y placer un primer tiempo gris, que les rehízo fugazmente el apetito de todos por las pocas emociones que le dio su equipo.
La hora del almuerzo
Alianza Lima no pudo romper el marcador en los primeros 45 minutos. Chances claras tuvo y su hinchada blanquiazul empujó el barco todo el tiempo, pero vencer el arco de Ángel Zamudio se hizo imposible.
El fastidio del público era evidente, pero aún faltaba el segundo tiempo, así que había que ver la forma de recuperar energías en el entretiempo. Y a esa hora, la única forma de hacerlo, es seguir la tradición aliancista: comer una carapulcra con sopa seca o cualquier otro plato criollo. Porque a barriga llena, corazón contento.
Entonces, apenas el árbitro pitó el final de la primera parte, varios hinchas se levantaron lo más rápido posible de sus asientos porque sabían lo que les esperaba en los pasillos del estadio. Una gran multitud se acopló en colas gigantes para poder saciar su hambre.
El menú del día en el puesto de las hermanas Penalillo: Arroz con pollo, Frejoles con seco, Carapulcra con sopa seca, Anticuchos y Filete a la plancha. Y claro, el café e infusión para digerir la comida, aunque también podían comprar su gaseosón.
Los minutos pasaban, la cola avanzaba lento y el hambre mataba. De pronto, una de las hermanas Penalillo hizo un anuncio desafortunado: “Solo queda arroz con pollo. Nada más”. El menú se había agotado en un abrir y cerrar de ojos, pero la cola, igualmente, siguió siendo larga.
“Se te cae la baba”, bromeó una mujer a su enamorado, mientras este veía el plato de arroz con pollo con papa a la huancaína que le habían servido. Y sí, todos los platos lucían deliciosos. El gesto de varios de chuparse los dedos lo confirmó.
Y es que la calidad gastronómica de las hermanas Penalillo no se puede discutir. Llevan 20 años trabajando en el estadio blanquiazul y se sienten tan felices como la vez que sirvieron su primer plato. “Más allá de la comida, lo que yo ofrezco siempre es mi cariño. Quiero mucho a toda mi clientela. Trato de atenderles lo mejor que pueda”, dice Olga Penalillo con una gran sonrisa que oculta la extenuación de haber atendido a varias decenas de hinchas blanquiazules.
Ese cariño, de hecho, es recíproco. La afición de Alianza Lima y todo el entorno del club también le tiene bastante afecto a las hermanas Penalillo. Alguna vez quisieron despojarlas del lugar al que pertenecen, pero no pudieron.
“Me acuerdo que había un presidente que entró al club y nos cambió a nosotras. No vinimos dos partidos, trajeron otras personas para vender. La gente no comía nada, dejaba los platos en la mesa y comenzaron a reclamar ‘¿dónde están las morenas?’ Al tercer partido ya estábamos de nuevo acá, así que para que nos saquen de acá no sé que tendrán que hacer”, cuenta Olga como anécdota.
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