Abrumados por el hábito de la derrota, es cada vez más difícil sensibilizarnos con otras formas de la alegría. Perdemos la oportunidad de reanimar nuestro espíritu deportivo con victorias ajenas a la frivolidad de la soberanía mediática, dígase Lima. Léase FBC Melgar.
Dramatizamos con ímpetu la mediocridad de nuestros clubes en la Copa Libertadores y eso nos distrae de anomalías felices como las del cuadro rojinegro.