Pasaron 36 años de frustraciones, pero la esperanza renació apenas se consolidó la clasificación al Mundial, el 16 de noviembre con el 2-0 ante Nueva Zelanda, justo en el último día y en el último partido de todas las eliminatorias. La pasión adquirió un tono inusitado de confianza ciega cuando su máxima estrella, Paolo Guerrero, obtuvo hace unos días -a través de la justicia- la autorización para jugar pese a estar sancionado por dóping. Ellos también se contagiaron de esa fiebre mundialista. Fueron los campeones. Festejaron y se abrazaron emocionados con la banda roja cruzándoles el pecho. Tuvieron como recompensa su medalla de oro, la vestimenta deportiva y una Copa de mayor tamaño que la que entrega la FIFA. Sin embargo, para todos, el premio mayor fue sentirse partícipes de una competencia deportiva y haber gozado plenamente de una jornada fuera de la prisión.
Perú fue el campeón y lo festejó como tal. Alzó la Copa con inusitado orgullo, tras haber superado a Rusia en una definición caliente, curiosamente en la ronda de los remates desde el punto del penal. No fue en el Gran Estadio Deportivo del Complejo Olímpico Luzhnikí, en Moscú, que el 15 de julio albergará la final de la Copa del Mundo. Pasó en el Estadio Monumental de Lima, donde el anfitrión se consagró ganador del primer Mundialito Interpenales.
Lo organizó el Instituto Nacional Penitenciario de Perú con el objetivo de estimular la rehabilitación de los reclusos de las cárceles del país. Se realizó durante el mes de mayo, con la participación de 16 penales y cada uno adoptó la representación de alguno de los 32 países que competirán en Rusia. Se distribuyeron en cuatro grupos, con sedes en las ciudades de Lima, Ancón, Ica y Chimbote.
Los reclusos de Lurigancho, los campeones del Mundialisto Interpenales. (Foto AFP)
Cada partido de las fases iniciales se disputó en los patios de los propios penales. Para hacerlo en otro, se trasladaban en autobuses con estrictas medidas de seguridad. Por su trascendencia, la final se jugó en un campo de mayor envergadura: el Estadio Monumental, la sede de los partidos que el seleccionado que dirige Ricardo Gareca utilizó en las eliminatorias sudamericanas.
Sin embargo, esas tribunas que pueden colmar su capacidad para 60 mil espectadores estuvieron vacías. Apenas una treintena de los familiares fue autorizado a presenciar el partido decisivo, bajo la atenta mirada de un centenar de policías y guardias penitenciarios.
En su vuelta a las prácticas, Paolo Guerrero demostró que sigue con la puntería fina
"Cometieron un error en sus vidas, pero también merecen una oportunidad. El fútbol les permite dar un paso más para resocializarse y unirlos como integrantes de una nación de cara a la participación del país en el Mundial", comentó Carlos Vásquez Ganosa, el director del Instituto Penitenciario.
Lurigancho, el reclusorio que alberga a los presos de mayor peligrosidad (por homicidios, robos y narcotráfico) entre los 69 complejos carcelarios, se aseguró la representación de Perú. En la final, tras igualar en dos tantos en el tiempo reglamentario, se impuso 4-2 a los norteños de Chimbote que jugaron con la casaca roja de Rusia.
Las figuras de cerámica de Farfán, Gareca, Guerrero y Cueva. (Foto Agencia Andina)
Una decena de esos internos del penal de Lurigancho habían cobrado notoriedad en las últimas semanas por la elaboración de coloridas figuras de cerámica con las imágenes de los futbolistas referentes del seleccionado peruano. El goleador Paolo Guerrero, el delantero Jefferson Farfán, los volantes Edison Flores y Christian Cueva, el arquero Pedro Gallese y hasta el DT argentino Ricardo Gareca aparecen recreados en miniatura, mientras preven lanzar otra producción que incluirá a Lionel Messi, Neymar y Cristiano Ronaldo. Cada estatuilla tiene un valor de 10 nuevos soles, el equivalente a 3 dólares.
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En 2014 se realizó una versión más acotada en el propio auditorio de Lurigancho, con la participación de doce equipos de reclusos. Los partidos se jugaron sobre un campo de cemento de fútbol sala, bautizado como "Mara-cana", un juego de palabras entre el apelativo popular de una prisión (Cana) y en homenaje al estadio carioca Maracaná. Los ex mundialistas peruanos Héctor Chumpitaz, Roberto Challe, Hugo Sotil y Eduardo Malásquez protagonizaron una exhibición en su inauguración. El equipo del penal de Saita Colonia del Callao, vestido como Holanda, superó 5-4 por penales en semifinales a Castro de Lima (lo hizo como Argentina) y 3-2 en la final al de Ica, que lució como Alemania.
Ahora, les tocó festejar a quienes se vistieron con los colores nacionales. Un envión anímico vital de quienes perdieron su libertad para esos jugadores que 36 años después volverán a defender a Perú en un Mundial.