Quiso más Belgrano. Pero no le alcanzó. Coqueteó con otra victoria, pero no pudo ser. Ante Lanús se tuvo que conformar con el 0 a 0 y con su condición de invencible en casa y de su racha de siete partidos sin derrotas.
Del otro lado, tal vez los fastidios de Lautaro Acosta expliquen la realidad del Lanús de estos días, el de la era post-Almirón. No está a gusto el emblema histórico del Granate. Y quizá tenga razón: la falta de protagonismo de este equipo mucho tiene que ver con la escasez de recursos a consecuencia de la salida de varios de los más experimentados que construyeron a ese campeón múltiple, a aquel equipo que daba gusto verlo jugar hace tan poco.
Ya no están los goles de José Sand ni la cinta de capitán la lleva Maximiliano Velázquez. En la zaga central tampoco está Diego Braghieri. En el mediocampo ya no cuenta con la alternativa de Nicolás Aguirre y al Román made in Lanús el entrenador Ezequiel Carboni lo sienta en el banco. Sin ellos, Lanús no parece Lanús. Parece mentira: su antepenúltima presentación oficial fue la final de vuelta de la Copa Libertadores, ante Gremio.
Le cuesta, perdió aquella frescura y aquella intensidad en la búsqueda. Luce hasta timorato, por momentos.
Belgrano -equipo bravo más allá de limitaciones- se lo hizo notar. Lo hizo sentir incómodo. Corresponde aclararlo: es un rasgo de este Pirata que, bajo el cielo del Villagra, se transforma en una suerte de fortaleza capaz de garantizar el cero. Así lo había demostrado en los seis partidos anteriores (récord histórico para el equipo en Primera). Así se lo hizo saber a Lanús.
De todos modos es cierto: Belgrano es muy duro, pero no es muy brillante. Atacar no es la principal de sus virtudes. No le resulta fácil encontrar espacios. Incluso ante un Lanús con defensa en días de estreno: Nicolás Thaller disputó su primer encuentro como titular y Enzo Ortiz debutó en Primera. Una zaga central nuevita. Otro síntoma de la brusca renovación.
Estuvo un poco más cerca Belgrano de desnivelar. Leonardo Sequeira tuvo las dos más claras: en la primera, le anularon el gol por off side; en la segunda, definió mal en el mano a mano con Esteban Andrada. Lanús, muy poco: apenas un desborde a fondo de Acosta, sin desenlace feliz.
Pero ninguno de los dos logró romper ese cero compartido que, al final, parecía simpatizarle más a Lanús. Hay cierta lógica en la sensación: el empate puede resultar un punto de apoyo para comenzar a construir el rompecabezas en el que se convirtió en tan poco tiempo.